Capítulo 75. Un Lannister siempre paga sus apuestas.

28.8K 1.2K 763
                                    

<Alba.Reche ha añadido contenido a su historia>

Una foto de su sala, donde trabajaba, y una canción. Siempre un trozo de canción: comprenderás, si te hablo así te ofenderás, lo conseguí, ya no eres más que sombras

Un dolor se le agarró en el pecho. 


Joder, vaya felicitación de cumpleaños, sinceramente


Toda la alegría de los últimos días, desde que dio comienzo el año, se le fue por la ventana. 


Tampoco hacía falta hacer esto, con no felicitarme era más que suficiente


Se recostó en el sofá con furia. 

Iba a escuchar la canción entera, como hacía siempre, pero tampoco era cuestión de matarse el corazón a golpes. 

Se levantó y fue a ducharse. Tenía cita con Noemí en una hora y por la tarde partiría hacia Logroño para continuar con su gira. El concierto después de Navidad había vuelto a tener la chispa que tuvieron los primeros que dio, bromeando con el público, hablando un poco más sobre sus canciones y sobre la cover que se había acostumbrado a cantar al final, todo provocado, en cierta parte, por ese mínimo acercamiento con la rubia de una semana atrás. 

Pero ahora venía con esto. Vale, sabía que tras el guiño vendría un palo, conocía a Alba lo suficiente como para llevar ya unos días preparándose para la contrarrespuesta que volviera a equilibrarlo todo, menuda era la rubia para su orgullo, pero se había pasado seis pueblos. Ahora que era conocedora de que veía sus publicaciones, podría haberse limitado a no poner nada, lo hubiera preferido. 

Salió de casa con una cara de mírame y no me toques, y, si alguien se hubiera fijado, podría haber visto perfectamente una nube negra con una carita triste sobre su cabeza. 

Salió al frío aire de enero y recordó unas palabras que Noemí le había dicho en su última sesión: no vale de nada agobiarse por lo que no sabemos, puedes ponerte triste, enfadarte o indignarte cuando tengas toda la información. 

Sacó el móvil de su bolsillo y buscó la maldita canción para poder estar triste a gusto, sin la mosca detrás de la oreja de haberse precipitado. Probó a meterse en la lista que compartían, y que estaba prácticamente segura de que Alba había olvidado que era de ambas, y allí la encontró. Se preparó mentalmente para la hostia de realidad y le dio al play. 



Le dio tiempo a escucharla dos veces antes de llegar al despacho de su psicóloga. Entró con los auriculares puestos y una sonrisa que se le salía de la cara. La mujer la saludó con simpatía, como en cada sesión, pero Natalia se quitó los cascos y se abalanzó sobre ella para darle un abrazo que la levantó del suelo. 


- ¡¿Pero qué te pasa?! -le preguntó con una risa. 

- ¡QUE ERES LA MEJOR! ¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS! 


Le dio un par de vueltas en el aire y la depositó de nuevo junto a su silla. Irradiaba una energía desbordante, le brillaban los ojos como ningún día antes en aquella habitación, sonreía por inercia y parecía dar saltitos en el sitio. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now