Capítulo 79. El hilo.

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Marco


Se estaba empezando a ofuscar con el maldito Marco de las narices. ¿Qué coño significaba? Lo tuiteaba casi todos los días, pero Alba estaba más perdida que un pedo en un jacuzzi. 

Andaba tirada en el sofá, aguantando la resaca como podía. El día anterior había salido con las chicas y, para su sorpresa, Lacunza había decidido quedarse en casa, dándole una tregua, o eso pensó. El miércoles se fue la primera y el viernes decidió no salir, y eso solo podía significar que quería darle la tranquilidad de no imponerse en cada aspecto social de su vida. Lo agradeció, por una parte, aunque por otra hubiera preferido verla: se moría de ganas de molestarle un poco y demostrarle que había vida después de ella. 

Tenía la sensación de que era la gran perjudicada a los ojos de todo el mundo, en una batalla entre la anónima y la estrella parecía que ella tenía las de perder, incluso para sí misma la mayor parte del tiempo. Pero ella no se sentía débil en absoluto, aunque le flaqueara el autoestima con demasiada frecuencia. Todos aquellos meses le habían hecho ver su fuerza y su capacidad de aprendizaje, sobreponiéndose sin demasiados dramas a una situación complicada, siendo su ex quien era: una famosa en plena gira cuya cara tenía que ver a todas horas quisiera o no. 

Por eso le hubiera gustado que la viera desenvolverse con frescura en el ambiente nocturno de Madrid, bailando, bromeando con sus amigas y sin echarle mucha cuenta a la cantante. 

Tenía que ir acostumbrándose a su presencia, al fin y al cabo compartían grupo de amigas. No le molestaba; el miércoles, con ignorarla, había sido suficiente. No se había sentido incómoda ni violenta, ni siquiera con su insistente mirada y con aquella mención a Harry Potter. Menuda payasa. Poco a poco se iría dejando llevar aunque ella estuviera delante, recuperando el ambiente distendido sin prestar atención a quién estuviera mirando. 

Y si encima tenía intención de que la tratara, con mayor motivo. 

No había querido pensar mucho en ello, pero los días pasaban y la reunión venía cuesta abajo y sin frenos, directa hacia ella. 

Podía negarse a tratarla, por supuesto, cualquiera de las otras fisios podrían hacerse cargo de su espalda, pero con ello lo único que daría a entender era que aún estaba fresca la herida, y por nada del mundo quería mostrarle ni un signo de debilidad. Si Lacunza tenía poca vergüenza, ella tendría menos. ¡Menuda era! 

Alba Reche podría haber visto mermada su autoestima tras su relación, pues a quien había entregado su corazón se había marchado sin más ni más, pero en absoluto había podido con su orgullo ni con su amor propio. 

Nadie se muere por nadie, y mucho menos me voy a morir yo por ti, por mucha Natalia Lacunza que seas, porque no olvides que quien tienes enfrente no es otra que Alba Reche, chavala. 

Alba no era una persona que huyera de los enfrentamientos ni de las situaciones incómodas, era, en esencia, valiente, y bastante sentía que se había arrugado las últimas semanas. Tenía que recuperarse a sí misma, renovar, quizá, esa fiereza del principio, no dejarse avasallar por el ímpetu incomprensible de Lacunza. 

Puede que su fallido primer amor le hubiera dejado herida, pero tenía que mirar hacia delante, aunque la cantante se empeñara en ponérsele en medio. 




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