Capítulo 70. Desatranques Jaén.

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Había quedado para comer con Alba. Llevaba mucho tiempo intentando evitarla, escabulléndose entre las sombras para evitar enfrentarse seriamente a lo que estaba viviendo. Era su primera ruptura "de verdad", la primera vez que se había enamorado y que le habían roto el corazón, y la verdad era que, viéndola desde fuera, parecía que no hubiera nadie al volante. La última semana, desde el estallido en las cañas con las chicas, parecía más centrada, menos voluble, menos rabiosa, menos triste. Así que había decidido que era el momento de abrir el armario de su mente para doblar toda esa ropa enmarañada que tenía dentro. Las camisetas con las camisetas, los pantalones con los pantalones y las sudaderas con las sudaderas. No pasaba nada por tener sentimientos de frustración, de rencor, de amor y de rabia a la vez, pero bien colocados, para distinguirlos y no volverse loca. 

Se saludaron, pidieron la bebida y se hicieron las preguntas de cortesía de cualquier encuentro. Cuando se cansaron de hacer el paripé, Sabela fue directa a lo importante. 


- ¿Cómo lo llevas? Y no me digas que genial, que todo estupendo y blablabla porque no te creo. 


Alba sonrió y negó con la cabeza. Por ese motivo llevaba mes y medio escapando de ella. 


- Estoy mejor, de verdad. Al principio estuve en la mierda, luego terriblemente enfadada y en la mierda, luego muy enfadada y ahora solo un poquito enfadada. 

- Veo que enfadada es trending topic en tus emociones. 

- ¡Muy bien, Sab, qué moderna! -le aplaudió. 

- Deja de meterte conmigo y cuéntame, ¿por qué estás tan cabreada? 


Alba se quedó pensativa mientras les servían la comida, organizando el esquema para explicarse mejor. Sabela, perfecta escuchadora, le dio todo el tiempo que necesitó. 


- Cuando la conocí y me contó lo de Alicia me dijo que no creía que pudiera volver a enamorarse, que pensaba que ya había conocido el amor, que no es que huyera de él, sino que estaba convencida de que no volvería a aparecer. 

- Ay, mi pobriña -puso un puchero. 

- Sí, la verdad es que me pareció devastador -abrió mucho los ojos, asintiendo-. Pero terminó diciendo algo así como que si lo volviera a encontrar se lanzaría de cabeza a por él, sin dudarlo -apretó los labios, levantó las cejas y dio una palmada-. ¡Y aquí estamos! 

- Jajajajajajaja no es gracioso, pero es que... Jajajajajajaja. 

- Menos mal que nos lo estamos tomando con humor -rió también Alba. 

- Bueno -carraspeó para ponerse seria-, se lanzó a por el amor, a por ti, pero luego aparecieron otras cosas que resolver. Eso no la hace cobarde. 

- Sabela, eso la hace muy cobarde. 

- Coño, qué seria te has puesto. A lo que me refiero es a que no creo que su problema haya sido de cobardía, sino de no saber gestionar bien los cambios y tener una relación, perdóname que te diga, bastante tóxica con su profesión. 

- Venga, Sabela, al grano, guapa, que eso es algo demasiado evidente. 

- Estás muy subidita tú, ¿no? Pensaba que ya solo estabas un poco enfadada. 

- Uh, ah, las chicas son guerreras -canturreó, sacando bíceps-. Es que vengo de boxeo y estoy como una moto, perdona. 

- A lo que iba, que no es cobarde por irse, hubiera sido más cobarde quedarse, ¿no crees? 

La sala de los menesteresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora