Capítulo 19. La barbacoa.

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El día se hizo eterno, más que de costumbre. Estaba deseando salir de la clínica y enfrentarse a una noche que, sin duda, prometía. Estaba algo inquieta por la cantante, sabedora de su pánico social, pero se dijo que nada iba a salir mal. Simplemente no lo permitiría. 

En cuanto dieron las ocho se despidió de Marta y salió corriendo hacia su casa, saludó a Queen, le puso comida en el cuenco y se duchó a la velocidad de la luz. Se enfundó unos vaqueros ajustados, unas zapatillas blancas con plataforma y un jersey amarillo. El pelo suelto y perfectamente liso, eyeliner y labios rojos. Iba bien de tiempo, por lo que aprovechó para atender a su gata un poco más y perfumarse un poco. Estaba nerviosa. 

Había quedado con Natalia a diez minutos del bar. La conocía lo suficiente como para saber que necesitaría ese ratito a solas con ella para relajarse. La cara de susto que vio bajo las últimas luces del día se lo confirmó, y no pudo evitar sonreír. Estaba espectacular. Llevaba unos pantalones negros, las botas militares y un jersey blanco que le quedaba grande y le caía un poco por el hombro mostrando su clavícula. Los ojos pintados y nada más. Estaba tan guapa casi al natural que se preguntó cómo sería verla recién levantada. No me viene bien esto ahora. 

La morena escuchó sus pasos y alzó la vista. El gesto asustado se tornó en una gran sonrisa. Joder, Albi, qué guapa. 


- Ya era hora, tardona -dijo Natalia como saludo. 

- Perdona, pero he llegado justo a tiempo. Que no hayas podido soportar la espera y hayas venido antes no es culpa mía -se quejó la rubia. Le dio dos besos y su olor le abofeteó de golpe. Podría distinguir este olor en el maldito infierno. 

- ¿Y tus amigas? -miró en torno con esa expresión de nuevo en su cara. 

- En el bar, todavía no tienes que entrar en pánico -se rió Alba y comenzó a caminar. 

- Espera, espera, por este lado -Natalia se pegó al lado derecho de la chica y puso su brazo izquierdo, por primera vez, sobre sus hombros. 

- Vaya, veo que te pesa menos este brazo. 

- ¿A que sí? Y está más blandito, mira, toca -Alba alzó su mano izquierda y acarició su antebrazo. 

- ¡Es verdad! -se hizo la sorprendida. 

- Eres tontísima, Alba -le apretó un poco con el brazo y la rubia le rodeó la cintura con el suyo. 

- ¿Qué tal se siente sin el... artefacto, como tú dices? 

- Es una dulce sensación de libertad -suspiró contenta-. Me he llevado la escayola a casa, creo que le voy a hacer una vitrina. 

- ¿En serio? -Natalia asintió a su lado-. ¿Por qué? 

- Para recordarme lo que ha sido este mes y cuidarme más de aquí en adelante. 

- ¡Esa es mi chica! Estás madurando. 


La morena soltó una risita. Era verdad, este percance le había hecho darse cuenta de lo inconsciente que había sido hasta ese momento. No volvería a ocurrir. 

Continuaron caminando en silencio, y Natalia pensó que ojalá no tuvieran que ir a encontrarse con más gente. Quería conocer a sus amigas, de verdad que sí, pero se sentía tan a gusto en compañía de la rubia que no necesitaba nada más. Así, paseando y hablando de tonterías hasta la hora de dormir, y se acostaría feliz. 


- Bueno, ¿qué me voy a encontrar? -quiso saber. 

- A Marta ya la conoces. Está un poco loca y aún no termino de entender sus procesos mentales. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now