Capítulo 44. Cariño.

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- Alba Reche, Alba Reche, hay una fan que te está esperando en recepción -dijo Natalia a través del interfono de Marta mientras las dos morenas se miraban como niñas pequeñas haciendo una trastada. 

- ¿Está buena? -preguntó la voz de la rubia, divertida. 

- Está to buena, Alba Reche -le arrebató el micro la recepcionista. 

- Entonces voy volando -y cortó la comunicación. 

- ¡Joder, Marta, que quería decirle que la que está buena es ella! -se enfurruñó como una niña pequeña, cruzándose de brazos. 

- Ahora se lo dices, tonta. 

- Jo, me has jodido el invento. 

- Illo, que no, que con lo que has dicho seguro que viene flotando -levantó la mirada por encima de la cantante-. ¿Ves? A tres metros sobre el cielo viene. 


Natalia se giró y allí estaba, con su sonrisa de anuncio y los ojos como chispas de soldar, de tan estrechos y brillantes. Jo der


- Así que una fan, ¿eh? -se acercó a ella y le dio un beso en la comisura del labio. 

- Soy fan de ti -canturreó mientras le acariciaba la espalda, deseando huir de miradas indiscretas. 

- No me cantes esas cosas que me enamoro -se pegó un poco más de la cuenta a su costado. 

- Ah, ¿pero no lo estás ya? -sonrió la morena con suficiencia. 

- Tus ganas, Lacunza -dijo con altanería. 

- Bueno, ya está bien, a zorrear a la zorrería -las empujó Marta, echándolas de la recepción-. Aquí, comiendo delante del hambriento, será posible -rezongaba mientras fisio y cantante se alejaban hacia el pasillo, risueñas. 


Traspasaron la puerta y corretearon hasta la sala, donde se dedicaron los diez minutos que la morena había llegado antes para darse todos los besos que se venían debiendo. 


- Así que no estás enamorada, Reche? -puso un puchero mientras se sentaba en la camilla.

- Tú estás flipando si crees que lo vas a tener tan fácil -se carcajeó. 

- Mierda, estoy perdiendo facultades. 

- Además, ¿qué interés tienes tú en que me enamore de ti? No será eso que me dijiste ayer de proyectar en el de enfrente tus movidas, ¿no? -qué hija de puta y qué lista mi rubia

- Es que se supone que soy una latin lover, una rompecorazones, una estrella del rock, y se me va a resistir un hobbit rubio, tiene cojones -cabeceó con fastidio. 

- Habló Légolas, no te jode.  

- ¿Légolas?

- Sí, por las orejitas saliéndote entre el pelo -casi se ahoga de risa al ver la cara de ofendida de Natalia. 

- Hala, te has pasau', cinco minutos sin amigas -desvió el rostro hacia la ventana levantando el mentón con indignación. 

- Anda, tonta, si me flipan tus orejitas de elfo -se mordió el labio y se acercó a ella. 

- Pídeles perdón -se colocó el pelo tras una de ellas y se la señaló con un dedo. 


Alba se acercó con lentitud a la morena y, una vez entre sus piernas, a su oreja. Poco a poco aproximó su boca al pabellón auditivo de la más alta, que ahora estaba a su altura, y se dedicó a respirar unos segundos allí. Separó los labios con lentitud y la lengua del paladar para que escuchara bien el sonido de la saliva contra su carne. Notó la piel de gallina de Natalia y supo que había funcionado. 

La sala de los menesteresKde žijí příběhy. Začni objevovat