Capítulo 56. La chimenea.

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Alma mía sola, siempre sola. 


Dejó de dibujar y se paró a escuchar la canción. 


Sin que nadie comprenda tu sufrimiento. 


Se la imaginó tan pequeña y tan sola que se le agarró un puño en el estómago. 


Tu horrible padecer. 


Seguro que estaba perdida en su cabeza, muerta de miedo. 

Se ablandó. Fue a llamarla, pero justo en ese momento le llegó un mensaje. 


*Natalia*

Alba, por favor, habla conmigo

Si no quieres hablar, vale, pero escúchame

Y si luego no quieres saber nada más de mí te dejaré en paz

Pero no puedes quedarte con esa imagen de mí


¿Es que piensa que la voy a dejar por eso?

Mi amor. 

Llevaba sola tanto tiempo que había olvidado lo que era una relación. Sus inseguridades y sus miedos siempre estaban a flor de piel. No quería ser su salvavidas ni su mentora, tendría que aprender a aceptar que la quería y que no se iba a ir así como así, pero quizá tuviera que darle algo de tregua. Tenía demasiados frentes abiertos en su vida, todos demasiado nuevos, demasiado inestables: su desconexión con sus canciones, una relación sentimental después del desastre, la ausencia de inspiración... Tenía que decirle cuándo se equivocaba, obviamente, no tenía inmunidad por muy complejas que fueran sus circunstancias, pero quizá el castigo ya había sido suficiente. 

En toda su carrera nunca había tenido que lidiar con otros sentimientos además de los suyos, y tendría que acostumbrarse a tener en cuenta los de Alba y utilizarla más como un apoyo que como punching ball. 


*Alba*

Ven a casa

Voy a hacer risotto de queso para cenar

*Natalia*

Es mi favorito... 

*Alba*

Lo sé

Si te portas bien te dejo quedarte a cenar

*Natalia*

De verdad? 


Podía escuchar el tono de ese ¿de verdad? desde su casa. Maldita y adorable Lacunza


*Alba*

De verdad


Natalia salió disparada y, cuando estaba a punto de salir, se dio la vuelta y se fue desnudando de camino a la ducha. Si la invitaba a su risotto maravilloso, ¿significaba que la iba a perdonar? Ella no invitaría a Alba a sopa si pensara dejarla, sería jugar con su ilusión. Aunque quizá lo hacía para endulzar el golpe. No jodas. Se quedó pálida mientras se enjabonaba la cabeza. No creía que fuera a hacer eso, ¿no? Uf, demasiados interrogantes, piensas demasiado

La sala de los menesteresHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin