Capítulo 18. Amable.

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- Esa Marta, cómo mola, se merece una ola, ueeeee -saludó Natalia con una cara radiante. 

- Pero bueno, cómo venimos hoy de frescas. 

- Es que verás, ¿ves esto? -levantó el brazo escayolado-. Pues olvídalo, expúlsalo de tus recuerdos porque me lo quitan hoy -levantó la barbilla con una sonrisa sin dientes y los ojos achinados. No cabía en sí. 

- ¿En serio? BIEEEEEN -empezó a dar palmaditas y saltitos en su silla y Natalia soltó una carcajada. 

- Buah, Marta, no sabes lo contenta que estoy. Esta noche celebramos, ¿no? 

- ¿Al final puedes? -la ilusión de la recepcionista se podía ver desde la otra punta de Madrid. 

- No es que pueda, es que lo necesito -levantó la otra mano y esperó hasta que Marta la chocó-. Nunca imaginé lo coñazo que sería llevar este artefacto a todas partes. 

- Me alegro mucho, Natalia -dijo de corazón-. Ya me ha dicho la Mari que hoy no puede venir, pero que si salimos el viernes os apuntáis. 

- Sí, estuve con ella el lunes y quedamos en eso. Le dio mucha pena no poder venir hoy, y a África también. Tienen muchas ganas de conoceros, pero tenían un compromiso. 

- Ya, ya me ha dicho. Cena con los suegros. Bueno, intentaremos ser buenas contigo -le guiñó un ojo y Natalia palideció durante unos segundos-. ¡Que es broma! -carcajeó. 

- La verdad es que estoy un poco nerviosa -miró hacia el suelo con timidez. Ay, Natalia hija, te como. 

- Cuando te den los nervios piensa en que somos amigas de Alba, y poca gente puede decir eso. ¿Crees que la niña tendría de amigas a unas cabronas sin corazón? 

- Ya, tienes razón. Espero no ser muy coñazo -Marta se dio cuenta de que realmente le preocupaba, pero estaba completamente decidida a hacerle la noche agradable. Confiaba en ella y en sus amigas, pero sobre todo en el poder de Alba. 

- Hoy es una toma de contacto, y el viernes ya verás qué suelta estás. Ni te rayes, mis amigas son las mejores. 

- Cero dudas al respecto -se rió. 


Estuvieron unos segundos en silencio mientras la recepcionista respondía una llamada, por lo que Natalia decidió ir hacia su cuadro favorito. La paz que le daba solo era comparable a la que le proporcionaba la artista creadora. Hay magia tuya en todo lo que tocas. Sintió una mano en su hombro y se giró, siguiendo el brazo hasta la cara de su dueña. Allí estaba, tan hermosa como siempre, con esa sonrisa que brillaba como el propio sol, y le gustó saber que era solo para ella. 


- Tienes una obsesión muy turbia con ese cuadro, Natalia. ¿Es un rollo fetiche o algo? -bromeó la rubia ladeando la cabeza. 

- Voy a entrar aquí una noche y lo voy a robar. Vete redactando la denuncia porque si desaparece he sido yo -le devolvió la sonrisa. 

- Eres la peor ladrona del mundo, has confesado antes de cometer el crimen. Luego la rubia soy yo -le apretó leventente el hombro para que la siguiera. 

- Yo también soy rubia. De hecho más rubia que tú -emprendió el camino tras ella, se despidió de Marta con un gesto de la mano y cruzó un paso por detrás de la fisio la puerta hacia el largo pasillo. 

- ¿En serio? -se giró Alba a mirarla, divertida. 

- Palabra. Oye, tú, ¿dónde vas? -alargó un par de pasos y se puso a la altura de Alba, pasando un brazo por su hombro-. Que hay que seguir con el tratamiento. 

La sala de los menesteresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora