Capítulo 41. Obediente.

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- Buenos días, Martukilami -saludó con una gran sonrisa. 

- Buenos días, Nataliuca. ¿Ya no me cantas? -puso un puchero. 

- Se me están acabando las canciones chorras, tía. 

- A ver si lo que te pasa es que tienes la cabeza llena de otra cosa -dijo con sorna. 

- Pues igual sí que es eso, sí -sonrió con cierta vergüenza. 

- Ay, mi madre -se llevó una mano al pecho. 

- ¿Aún no asimilas?

- Yo eso no lo voy a asimilar ni el día que os caséis. 

- Eh, eh, relaja, ¿casarse? 

- Natalia, cuanto antes asumas tu futuro matrimonio con Alba Reche, mejor para todas. 

- No asumo estar morreándome con ella, como para asumir un matrimonio. ¡NO ME AGOBIES, MARTA! 

- A mí me vendría bien veros morreandoos, ya sabes, solo para aceptar y seguir con mi vida. 

- Hablaré con tu jefa. 


Y la jefa apareció, con su diminuta coletita, una bandana en el pelo, la sonrisa de postal y su uniforme negro. Esa cara no es de este mundo, de verdad que no. 


- Llegas tarde, Lacunza -sonrió aun más, acercándose y pasándole una mano por la espalda. 

- Me han entretenido unas fans viniendo para acá, perdón. 

- No pasa nada, yo creo que a partir de la semana que viene solo vas a venir dos días por semana -se despidió de Marta y emprendieron el camino a la sala. 

- Nooooo, ¿por qué? -se quejó lastimosamente. 

- Esta es la sexta semana de tratamiento, solo quedan tres y la tendinitis va muy bien -entró en la sala y dejó la puerta abierta para que la cantante pasara. Se sentó en la camilla y Alba cogió una de las cremas-. Además, tengo una buena noticia para ti. 

- No me has dado ni un beso, ya puede ser una noticia cojonuda -frunció el ceño fingiendo enfado. 

- ¿No quedamos en que ibas a ser tú quien llevara los tiempos? -elevó una ceja y caminó hacia ella. 

- Albi, a ver cómo te lo digo sin ser demasiado bruta... -se quedó pensando-. Me has comido el coño, creo que el hecho de que te aventures a darme un beso no va a hacerme hiperventilar a estas alturas. 

- JAJAJAJAJAJAJAJAJA, ahí tengo que darte la razón. Entonces, ¿ya tengo vía libre? -dijo con tonito insinuante, colocándose ente sus piernas. 

- Toda tuya -y se señaló el cuerpo antes de poner las manos en su cintura. 

- No me digas eso, Nat, que una no es de piedra -le dio un besito húmedo en la mejilla. 

- No te miento si digo que me pone mucho la idea de zorrear en la sala -le devolvió el beso en la barbilla. Alba le pasó las manos por el cuello. 

- Te pone, ¿qué? -le cogió el labio inferior con los suyos. 

- Ya sabes -ronroneó en su boca, pasando la lengua por sus labios. 

- Dilo -exigió, y eso hizo que la morena sintiera un trueno entre las piernas. Jodida mandona, me vas a matar de deshidratación. 

- Cachonda -y Alba, excitadísima, se lanzó a por su boca. 


Una batalla cuerpo a cuerpo sin calentamiento, pues ya llevaban el calentón de serie. Se mordieron los labios, se desquiciaron con las lenguas y se recorrieron los cuerpos. Natalia puso las manos en el culo de la fisio y ambas gimieron; no estaba claro a quien de las dos le gustaba más. La morena apretó, se había dado cuenta de que eso ponía frenética a la rubia y ella era una chica que aprendía rápido. Alba metió las manos por dentro de su camiseta hasta cubrirle las tetas con ellas y rozar con las palmas sus pezones endurecidos. Natalia llevó las manos a las de Alba y con ellas hizo que las apretara. Se les trabaron las respiraciones y pareció realmente que se fueran a comer. Estaban a punto de estallar. La rubia se separó a duras penas. 

La sala de los menesteresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora