Capítulo 109. Lo circular nunca se termina.

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Natalia entró en la recepción de la clínica con una sonrisa y una cancioncita para Marta, pero se paró en seco cuando vio allí a Marilia, la chica nueva. Se le había olvidado por completo que su amiga ya solo trabajaba por las mañanas. 

Se acercó con algo más de calma a la mesa donde trabajaba la castaña y sonrió sin dientes cuando esta levantó la vista del ordenador. Se habían visto varias veces, pero la chica parecía no acostumbrarse a la presencia de Natalia Lacunza. 


- Buenas tardes, Marilia -saludó. 

- Buenas tardes, señorita Lacunza. 

- No te lo voy a repetir más, ¿eh? -fingió enfado-. Na-ta-lia. 

- Perdona, es que me pongo nerviosa. 

- Veamos que podemos hacer con eso -se acarició el mentón, pensando-. ¿Haces algo mañana por la noche? 

- No -contestó con una pizca de miedo. 

- Pues ya haces algo, estás formalmente invitada a un viernes de karaoke con las locas de tus jefas y las locas de las mías. Si quieres, claro, tampoco quiero obligarte... 

- ¡No, sí, me parece bien! -repuso enseguida. Lo cierto era que tenía muchas ganas de salir por ahí. Apenas llevaba un par de meses en la ciudad y no es que le sobraran las amigas. 

- Pues genial -sonrió con franqueza. 

- Hola, buenas tardes, tenía una cita con Alba Reche -interrumpió una señora mayor. 

- Buenas tardes, Angelines, vaya pasando, la está esperando en su sala. 


Natalia frunció el ceño y miró el teléfono. Eran las cinco de la tarde, justo cuando había quedado con su rubia. 


- ¿Alba va a tardar mucho en salir? 

- Pues... -tecleó algo en el ordenador-. Su última paciente tiene cita a las siete, así que hasta las ocho estará ocupada. 

- Vale, Marilia, muchas gracias. 

- ¿Le digo que ha venido? 

- No hace falta, se supone que lo sabe. Hasta mañana -sonrió como pudo y salió de allí. 


Se fue a casa con un regusto amargo en la boca. No le importaba que le surgieran estas cosas de trabajo, prefería que no, obviamente, pero entendía que sería así hasta que fijara un horario, y para eso tenía que pasar el verano que acababa de comenzar. 

Pero podría haber avisado




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- Bueno, corazón, me voy ya, que vaya tardecita me he pegado -se apartó el flequillo que le caía por los ojos de un soplido. Estaba muerta. 

- Sí, tienes cara de cansada -asintió Marilia, apagando su ordenador y saliendo junto a ella. 

- Ya no estoy acostumbrada a estos tutes, a lo bueno se acostumbra una muy pronto -sonrió pulsando el botón del ascensor. 

- Es normal, la jornada intensiva es una maravilla. 

- ¿Aunque sea por la tarde? 

- Me da igual la hora con tal de que sea todo seguido -se ruborizó al decir aquello. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now