Capítulo 101. Una puta maravilla.

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- ¿Cómo van las cosas por allí arriba, morena? 

- ¡Estamos en el jodido paraíso, Mari! -tuvo que alejar el teléfono de su oreja para no quedarse sorda-. ¡Es que no te imaginas todo lo que hay aquí, la puta madre! -miró la pantalla por si le había dado al altavoz sin querer. No, era la desquiciada de su amiga dando voces como una energúmena. 

- Deja de dar saltitos, Lacunza, eres una persona pública. 

- Déjame disfrutar, pinchaglobos -se quejó. 

- Por aquí están terminando de rematar y poner las puertas -miró la fábrica desde su despacho-. Estoy deseando que pinten de una vez y poder empezar a meter cosas. 

- Buah, y yo, vamos a vivir en el Ikea, un sueño -rió entre dientes-. Alba dijo que nos ayudaría a decorar, hizo un buen trabajo en la clínica. 

- Sí, algo me comentó el sábado -se quedó pensativa. Alba le había dicho muchas cosas el sábado, pero tenía la sensación de que se estaba perdiendo algo-. ¿Cómo van las cosas por villa Rechunza? 

- Pues van bien, ya sabes, poco a poco. Supongo que eso ya te lo imaginas, nos has visto juntas últimamente -a Natalia le encantaría poder contarle todo lo que le preocupaba, sus inquietudes con respecto a la tarde del sábado, lo que le aterraba y lo que le ilusionaba, pero no quería lanzar las campanas al vuelo y que la hostia luego fuera mayor. Hasta que no hubiera verdaderamente algo que contar prefería callar. 

- Sí, os he visto, y parece que hay avances. 

- Ha habido muchos avances... -dijo en voz baja. 

- Y, ¿estás bien con eso o te estás agobiando? -María era consciente de que no sabía todo lo que estaba pasando entre ellas, ni falta que hacía. No necesitaba conocer los detalles para saber que su amiga estaba como un flan. 

- Estoy genial con eso, es lo que más deseo en el mundo, pero no sé hasta qué punto ella... puede llegar. Eso sí que me agobia. 

- Tú dale tiempo a la rubia, pero tampoco te duermas en los laureles, ¿estamos?

- Estamos -rió por lo bajo-. Eres la mejor. 

- Soy la mejor, está claro, pero para seguir siéndolo voy a colgarte, porque me voy a envenenar de tanto morderme la lengua porque sé que no me estás contando toda la chicha, desgraciada. 

- ¿Ves? La mejor -rió más fuerte. Jodida Mari, no se le escapa ni una-. Te quiero mucho. 

- Ahora, una cosa te voy a decir, como esto vaya palante y no me cuentes hasta el color de sus bragas la vamos a tener. 

- Te lo prometo. 


Tras despedirse, la Mari colgó. No tenía ninguna intención de contarle a Natalia su conversación con la rubia, era un tema en el que no se tenía que meter y, si Alba había tenido la confianza como para comentarle sus dudas a ella, no pensaba traicionarla. Eso no quitaba que, unilateralmente, le diera un toque a la cantante para que no fuera una ameba. Esperar es angustioso, pero en parte fácil, porque una no tiene que hacer nada, en teoría, solo aguardar los movimientos de la otra. El paso definitivo no le correspondía a su amiga, pero había mil pasos pequeñitos que podría dar. 

Estaba más perdida que un burro en un garaje, sin tener ni idea de en qué punto andaban. Si habrían hablado de sus sentimientos, si habían reconocido que había algo entre ellas o si habían llegado a más. De todas formas, lo que habían hablado valía para cualquiera de esos escenarios, pues todos miraban en la misma dirección: hace delante. 

Tenía un salseo tremendo entre manos y, aunque decidió mantenerse al margen hasta que tuviera noticias de las afectadas, era una tentación terrible no cotillear con las demás. Pero le habían confiado un tema tan importante que no se sentía capaz de jugar a los espías con ello. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now