Capítulo 74. Los sueños, sueños son.

24.4K 1.2K 883
                                    

- ¡FELIZ AÑO NUEVO! -gritó la abuela Reche. 


Alba se puso a dar besos a diestro y siniestro, metió una sortija de oro de su madre en la copa de champán para que le diera suerte en el año que comenzaba, y miró el móvil deseando el único mensaje de felicitación que no llegó. 

Esta noche debería haberla pasado contigo, imbécil


A cientos de kilómetros de allí, María servía la primera ronda de cubatas mientras cantaba a voz en grito "EN LA PUERTA DEL SOL COMO EL AÑO QUE FUE". Natalia sonrió y salió a su terraza a fumar. 

Hacía un frío que pelaba. No era especialmente fan de la Navidad, pero siempre le había gustado mucho la sensación de que algo termina y algo comienza con el año nuevo. Era de las que se hacía propósitos, de las que hacen balance y se proponen terminar con lo que no les gusta, mejorar lo peor y buscar lo bueno que está por venir. Era una noche mágica para ella. 

Lanzó la mirada al otro lado de la calle, como siempre, y se hizo una promesa: quitarse los harapos, ponerse guapa y salir en busca de esa zorra despampanante llamada felicidad. Voy a por ti

Volvió dentro y se bebió media copa de un trago. La vida empezaba en ese preciso momento, y ella estaba loca por bailar con ella. Y con la vida también. 

Sobre las tres de la mañana ese grupo variopinto que se había juntado en casa de la cantante dio el "botellón" por concluido y marcharon hacia el garito donde iban a reunirse con el resto de sus amigos y conocidos. 


- La madre que me parió, Natalia, qué frío hace -se cogió Marta de su brazo. 

- Con lo a gustito que estarías tú en tu Málaga. 

- Y tú en Pamplona. 

- Allí hace todavía más frío. Además, llevo años pasando la Nochevieja en Madrid con esta panda de desequilibradas. 

- Por eso me he quedao, illa, pa no perdérmelo.


El bar estaba a reventar y todo el mundo, a pesar de ser un antro de mala muerte de los que gustaban visitar sus amigas, iba muy elegantemente vestido. Trajes de chaqueta con camisetas de Nirvana, vestidos con lentejuelas, corbatas girando en lo alto y mucha purpurina. 

Una copa, dos copas, la Mari que se sube a pinchar Pobre diabla, Anna desabrochándole el top a Natalia para cabrearla, Julia intentando colar kikos en los vasos de los demás, Afri y Damion volviendo de no se sabe dónde con las bocas en carne viva como si el resto fueran gilipollas, Marta haciéndole la envolvente a Lara para que se animara a bailar... Y Natalia dejándose llevar por el ritmo, ritmo de la noche. 

Reía, bailaba, cantaba y, cuanto más bebía, más se dispersaba. Sacaba de vez en cuando el móvil del bolsillo, por si, al ser una noche especial, el champán, las uvas y el año que empieza, hacían que la rubia le dijera que esperaba que tuviera un buen año. Pero nada de eso sucedió, como era de esperar. Y casi mejor. 

Por una parte estaba deseando volver a tener una conversación con ella, aunque fuera del tiempo o de lo cara que estaba la fruta fuera de temporada, pero por otra era consciente de que aún era pronto para buscar el hilo que la condujera hasta ella. Estaba mejor, más confiada en que su estancamiento tendría solución, pero le quedaba mucho por avanzar en esa senda que, apenas dos días antes, había empezado a recorrer. Que hubiera sido capaz de escribir cuatro frases no significaba que su problema ya estuviera resuelto, pues había sido más bien fruto de la casualidad que de algo premeditado. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now