Capítulo 67. Como siempre, como ya casi nunca.

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Octubre


Se abrochó la chaqueta y salió del restaurante chino. Hacía un frío que pelaba y la mano que sujetaba la bolsa con su cena se le heló en el camino. Podría haber pedido algo en el servicio de habitaciones, pero tenía un antojo importante. 

Entró en su habitación dando saltitos para entrar en calor, dejó la cena en la mesita de centro, llena de papeles, se quitó la cazadora y cogió el boli antes siquiera de pensar en abrir su cena. Se le había ocurrido algo durante la espera. 


Y no te asustes, no hay drama. Yo solo te quiero en mi cama. 


Aquella frase le serviría como puente en la que ella llamaba la canción eterna. No era capaz de terminarla nunca, pero llevaba un par de días en los que había conseguido hacer progresos con ella. De hecho, la Mari había regresado a Madrid el mismo domingo y ella había decidido quedarse trabajando en Cádiz. Total, volvían a tocar en Huelva unos días después. Sonó su móvil. 


*Alba*

Hola, baby

Cómo llevas la soledad creadora? 


Lo leyó sin entrar en la conversación y volvió a sus papeles. Cogió la guitarra, cantó la primera estrofa e introdujo el puente que acababa de crear sin problemas. Un pequeño cambio de ritmo, una alteración en los acordes y voilà. Perfecto. Casi se se escurrió la guitarra de las manos cuando pegó un salto en el sofá de pura emoción. 

Abrió un tupper al azar y pinchó unos cuantos tallarines sin prestarle atención, releyendo la partitura. Había algo en la armonía que le chirriaba, tendría que darle una vuelta. 

Comió deprisa y corriendo para aplacar el agujero de su estómago y volvió al tajo. Tenía la esperanza de lanzar esa canción antes de que terminara el año. Tenía ya toda la estructura, le faltaba ultimar un par de detalles y ya podría meterse en el estudio para ponerle un vestido bien bonito. 

Era la primera canción que escribía en la que no hablaba de sentimientos negativos o dolorosos, sino al contrario. Trataba sobre el principio, cuando empiezas a conocer a alguien y lo quieres todo ya, pero sabes que tienes que ir despacio para no espantarlo. Había nacido a partir de un poema que escribió el día siguiente al primer beso con la rubia. Su primer tema alegre, y lo suyo le estaba costando, pero al menos podía ver que había vida más allá de su manera infame de crear. 

Cuando quiso darse cuenta eran las dos de la mañana, por lo que se metió en la cama con el cerebro echando humo y mil ideas que probar en su canción. 




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- ¿Estás esperando una llamada importante? -preguntó Sabela con sorna. Alba soltó el teléfono de nuevo sobre la mesa y suspiró con una sonrisa más falsa que un billete de euro. 

- No, es que Nat lleva veinticuatro horas sin dar señales de vida. 

- Ni te rayes, a mí tampoco me coge el teléfono -le quitó importancia María, dando un buche a su botellín. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now