Capítulo 11. Pasteles.

36.4K 1.3K 1.1K
                                    

- ¿Qué ha pasado? -el tono alarmado de Marta le hizo reaccionar. Se echó agua en la cara y se secó con una toalla. 

- Nada, no ha pasado nada, es que... -amenazó con volver a llorar y se detuvo a respirar hondo-. Hoy estaba... bueno, supongo que te has dado cuenta. 

- Hoy tenía un mal día, sí -le ayudó. 

- No sé qué le pasaba, obviamente a mí no me lo va a contar, pero estaba entre enfadada y triste -se sorbió la nariz e intentó reparar el desastre del rimmel mientras trataba de poner en palabras lo que había visto-. La he dejado a su aire, pero mira de una forma que te entra dentro y... 

- Y te atraviesa. Sé de qué me hablas. Sigue -la morena notaba que su jefa se tranquilizaba al hablar. 

- Hay mucha pena en sus ojos, Marta. Es insoportable verlo. Siempre parece un poco triste, bueno, es su rollo -soltó una risa amarga-. Pero hoy, hoy estaba devastada. Y yo... -le temblaba el labio inferior de nuevo. 

- Tú no puedes hacer nada, Alba. 

- Ya lo sé, pero siento una impotencia de verlo que mira -se señaló la nariz colorada y los ojos vidriosos. 

- Ya... -le pasó una mano por la espalda para consolarla. 

- No debería estar así, joder. Parece una buena tía, tiene éxito y es preciosa. Hace feliz a muchos, no se lo merece. Debería ser feliz, no un alma atormentada. 

- Si no fuera un alma atormentada no haría esas canciones que tanto te gustan -concluyó Marta. 

- Antes que nada es una persona, y no me gusta ver a la gente así. Me mata un poco por dentro. 


Marta guardó silencio unos segundos, sopesando si decir lo que llevaba pensando desde que Lacunza apareció en la clínica y en sus vidas. 


- Y, encima, con ella tienes esa conexión. 

- ¿A qué te refieres? 

- No sé, es raro, pero se nota cuando os veo juntas. Os entendéis -se encogió de hombros como si fuera algo evidente. 

- Sí... 


Era cierto. Algunos de sus pacientes tenían también sus monstruos, y ella los intentaba animar y darles un empujón, pero con Natalia era distinto. La persona más alejada del mundo era la que más cercana sentía ella. Como si sus mentes vibraran en la misma extraña frecuencia. 


- Sé que esa conexión no la puedes evitar. Para ti es todo muy intenso con ella, y lo entiendo. La admiras, es tan atrayente, tan misteriosa... Pero no sé, toma un poco de distancia, a lo mejor te estás involucrando demasiado -Alba se quedó pensando unos segundos. 

- Tienes razón, no puede afectarme tanto -le dio un beso en la mejilla y sonrió. Menos mal que la tenía a ella, que le ponía los pies en la tierra cuando lo necesitaba. 

- Pero también te digo una cosa: no era la misma persona cuando entró que cuando salió. 

- ¿Qué quieres decir? -preguntó con curiosidad. 

- Al llegar parecía furiosa, capaz de arrancarte la cabeza de un mordisco. Cuando se ha ido estaba más tranquila, más ella. Así que no te sientas tan impotente. Algo has hecho. 

- Ya -la rubia asintió sin decir nada más. Lo único que había hecho por ella era acariciar su mejilla, y eso era algo que quería guardarse para sí misma. 

La sala de los menesteresDär berättelser lever. Upptäck nu