Capítulo 16. La cuerda.

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- Buenos días, Marta -saludó Natalia con una sonrisa más ancha de las habituales. 

- Buenos días, Natalia -contestó la recepcionista, feliz-. ¿Cómo ha ido el fin de semana? 

- Genial -contestó escuetamente, pero agrandó tanto la sonrisa que no hizo falta una respuesta más larga. 

- ¿Algo interesante? -preguntó con curiosidad la chica. Alba le había contado muy por encima su encuentro con la cantante, pero la actitud de la morena le hacía sospechar que había callado lo más importante. 

- Ya lo creo -le guiñó un ojo-. ¿Y el tuyo? 

- Pues tranquilito, como siempre. Deberías haber venido el viernes, estuvo muy bien. 

- Ah, ya -suponía que Alba les habría contado a sus amigas la invitación rechazada-. No me pareció muy inteligente ir a un karaoke, ya sabes -se señaló con cierta chulería-, aunque luego en casa, meditando, me di cuenta de que era tan fácil como no subir a cantar -y soltó una risa nasal. 

- Pareces rubia, hija -negó Marta con la cabeza, riendo también. 

- El puesto de rubia está cubierto, lo siento -añadió Alba, que acababa de aparecer.


Ambas se giraron a mirarla. Marta pasando los ojos de una a la otra, testigo de excepción del intercambio de sonrisas de las dos. Natalia tragando en seco de verla tan guapa. 


- Buenos días, Alba -saludó con media sonrisa. 

- Buenos días, Natalia -le correspondió-. ¿Le damos?


Natalia se acercó rápidamente a ella tras despedirse de Marta y, sin darle muchas vueltas, le pasó un brazo por los hombros y caminó a su lado en dirección a la sala. Era tan cálida su cercanía que no se preocupó por nada más. Aproximó levemente el rostro a su pelo recogido, un gesto de nada, para impregnarse de nuevo del olor que ya se había disipado de sus fosas nasales. Huele a fruta madura. Alba la miró de reojo y soltó una risa breve que vibró en la caja torácica de la cantante. 


- Menudo avance, ¿no? -preguntó la rubia con sorna, observando el brazo que le rodeaba el cuello. 

- ¿Has visto? -movió las cejas de arriba a abajo con picardía dando un apretón a su agarre. 

- Qué atrevida, Lacunza, estoy muy orgullosa. 

- Te noto impresionada -Natalia la miraba fijamente con los ojos entornados, buscando y hallando la burla en la más pequeña. 

- Lo estoy. ¿A qué se debe este derroche? ¿Te ha tocado la lotería? -se reía entre dientes y esto envalentonó a la morena, que en un principio no había estado muy segura de incomodar a la fisio. 

- Mejor aún: me ha tocado una Reche en la tómbola. 


Alba pensó que podría tirar un poco más de la cuerda y se dejó llevar. Al principio se había quedado en shock por la audacia de Natalia, pero enseguida se recompuso. Sabela tenía razón: si ella no lo normalizaba, nunca avanzarían. Así que se la jugó y pasó el brazo por su cintura, acercándola un poco más. A la mierda. 


- ¿Lo podrás soportar? -le preguntó para tantear. De perfil parecía tranquila, incluso alargó el parpadeo una fracción de segundo. 

- Yo diría que sí -le contestó risueña, y no solo eso, sino que le dio un rápido beso en el pelo justo cuando llegaron a la puerta de la sala. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now