Capítulo 57. El certificado Reche.

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Atacada de los nervios era decir poco. No se explicaba cómo Alba había sido capaz de conocer a sus padres y a su hermana con aquella entereza y, lo que es peor, prácticamente a solas. Tenía medio vestidor sobre la cama y Alba que no volvía. 

¿Un traje? Uf, demasiado formal. 

¿Un vestido? Todos eran demasiado... sugerentes. Ni de coña iba a presentarse así. 

¿Un chándal y a tomar por culo? 


- ALBAAAAAAAAAA -la llamó, histérica. 

- ¡Cariño, que me estoy maquillando! -respondió en voz alta con una risa divertida. 


Esta chica, acostumbrada a alfombras rojas, y está hiperventilando por conocer a la Rafi, te tienes que reír. 

Terminó de perfilarse el ojo que le faltaba y, sin poder contener la sonrisa, cerró su neceser y fue hacia la leonera que Natalia había formado en su habitación. 


- ¿Qué te pasa a ti? 


La cantante se giró hacia ella con la cara descompuesta. Tenía el pelo alborotado de tirar de él, agobiada, y la miró con ojitos de cachorra bebé. Bocaditos chiquititos hasta terminar con ella


- Albi, por favor, no puedo más, elígeme algo para ponerme -le suplicó sacando el labio de abajo y juntando sus manos frente a su cara-. Yo confío en ti. 

- Y yo en ti -sonrió con dulzura. Natalia sintió algo amargo en su garganta-. A ver, qué tenemos por aquí. 


La rubia empezó a trastear entre sus prendas y le mostró un traje chaqueta color verde agua. 


- ¿Y esto? -se mofó. 

- Perdóname que te diga, pero me queda de muerte -se cruzó de brazos, indignada. 

- ¿No había uno más discreto? 

- Si eres una anticuada sin gusto no es mi problema. 

- Cómo me pones cuando te pones chulita -lanzó el traje de nuevo sobre la cama y se acercó a morderle el labio. 

- Albi, yo te deseo con la fuerza de los mares, cariño, de verdad que sí, sabes que te follaría cada ocho horas, como el antibiótico, pero ahora mismo tengo toda mi energía concentrada en no desmayarme. 

- ¡Pero qué exagerada! Si mi madre es un amor -le rodeo la cintura con las manos. 

- Tu madre me va a poner una lámpara mirándome a la cara y un polígrafo para asegurarse de que voy a cuidar de su niñita -pasó los brazos por sus hombros y le acarició la nuca-. Me hago caca de pensarlo. 

- Ojalá pudiera decirte que no va a hacer eso -se aguantó la risa al ver la cara pálida de su chica-. ¡Nat, por favor! -y se echó a reír-. Además, tú cuidas muy bien a su niñita. 


De nuevo ese sabor amargo en su boca. Joder, parece esto El corazón delator. Calma, Lacunza, no fue para tanto


- Lo intento -sonrió a medias. 

- Te va a adorar, Nat. Ya le caes bien y ni siquiera te conoce. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now