Capítulo 111. La patita.

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Caía una llovizna extraña para ser finales de junio. Una de esas tormentas suaves de verano que hace irrespirable el ambiente, húmedo, pegajoso. Se limpiaban las calles, al menos. 

Natalia se había aposentado en su butaca, guarecida en esa parte de su terraza con tejado. Le salpicaba el agua en los tobillos, por lo que subió los pies al asiento y se abrazó las rodillas, admirando su precioso jardín. En el aire, esa melancolía innata de los días lluviosos y un olor a flores, a mojado. Agarró el cuaderno, lo puso contra sus piernas y dio un sorbo al café. 


Como una voz que dice quizá.

Como las cosas que no serán.

Como partirme siempre a la mitad, así soy yo,

la chica que nunca existió. 


Como un superhéroe sin capa.

Como un cigarro a desgana. 

Como estar cuando tú faltas, así soy yo,

la chica que nunca existió.


Como un monstruo aterrado bajo la cama. 

Como un donjuán sin dama.

Como la suerte que te da la espalda, así soy yo,

la chica que nunca existió. 


Como las cosas que sí, pero no.

Como las palabras a media voz.

Como lo que no debió, así, esa, soy yo.

La chica que nunca existió. 


- Pues para no existir yo te veo bastante real. 


Natalia pegó tal bote que casi se cae de la butaca. Se tocó el pecho, temiendo el infarto. 


- Hostia puta, Albi, qué susto. 

- Me he esperado a que terminaras -se rió y se sentó encima de ella. 

- Es de mala educación leer a escondidas las cosas de una, lo sabías, ¿no? 

- Sí, perdona -puso su cara más adorable, sabiendo que tendría el efecto deseado en su morena-. ¿Por qué dices que no existes? 

- No intentes entender lo que escribo al pie de la letra. A veces un poema solo es un poema. 

- Pero es un poco triste, y yo no quiero que estés triste -le acarició los párpados, las mejillas, la mandíbula. 

- Es esta lluvia... Pero yo estoy estupendamente, con una rubia preciosa encima de mí -la estrujó entre sus brazos y le colocó la cabeza en su pecho. 

- ¿Segura? -alzó la cara para confirmar, mirando sus ojos, que no mentía. 

- Al mil por mil -le besó la nariz-. A veces pienso en una frase que me gusta porque es intensa, o por cómo suena, y dejo que salga lo demás. Es como tirar de un hilo de palabras, no tiene por qué significar nada. 

- Tú siempre escribes con mucha intención. Que no se te olvide que soy tu fan desde hace años, a mí no me engañas, guapa. 

- Bueno, pero estoy aprendiendo a escribir de otra manera, listilla -le dio un capón en la cabeza con el mentón-. Puedo ponerme en un mood triste sin estarlo. ¿No es genial? -dijo con ilusión. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now