Capítulo 12. Whatsapp.

36.9K 1.2K 1K
                                    

Cuando salió de la clínica, en lugar de ir a casa, como solía hacer, dio un paseo. La conversación con Alba le había hecho meditar y, con sus auriculares puestos y Billie Eilish a todo trapo, se decidió a ir en busca de un hobby. Se dirigió a la FNAC de Callao, que estaba muy cerca tanto de la clínica como de su casa. Allí tendría muchas opciones juntas: cine, literatura y música. Era un buen lugar por donde empezar. 

Dio una vuelta por la zona de literatura y cogió un par de libros de Murakami y otro de Alessandro Baricco. Antes leía mucho, pero con todo el torbellino de Alicia y la música lo había dejado abandonado. A lo mejor era el momento de retomarlo. Compró un par de sagas de películas de superhéroes. Cuando llegó a la planta de música tuvo que detenerse unas cuantas veces a atender a algunas fans. Volvió a sentirse rara al verse en el frontal de la zona de discos más vendidos. Se alejó de allí rápidamente, le resultaba incómodo, como si se vanagloriara mirándose ahí, expuesta. Escuchaba mucha música, esto era cierto, pero le apetecía descubrir algo nuevo. Estaba un poco perdida. Se decidió por unos discos en castellano de autores españoles y latinoamericanos; últimamente solo escuchaba música en inglés. Se hizo con un altavoz para el móvil y fue a pagar. 

Una vez fuera pidió un café para llevar en la cafetería de la esquina y dio un rodeo hasta su casa, cargada con una bolsa enorme llena de pasatiempos. Bueno, Alba Reche, a ver si tu consejo funciona. Sabía que su problema no era solo de tiempo libre, era algo más profundo, más bien se trataba de una necesidad vital. Pero puede que, teniendo la mente entretenida en otras cosas que quizá también le gustaran, la agonía disminuyera. Solo es un mes, luego puedo volver a dejarme asfixiar por la música

No quería sustituirla, era su vida, pero a lo mejor, con el tiempo, podría introducir otras cosas nuevas, recuperar algunas viejas, y, de alguna manera, evitar que esta eclipsara todo su mundo, pues quién sabía si le podría volver a pasar. Romperse un brazo no era tan raro, más teniendo en cuenta lo que le gustaba ir en moto, y no podía dejar en sus manos toda su existencia. Alicia se fue y encontró la música; la música se ha ido y, quizá, podría encontrar otra cosa para poder vivir sin ella (si se diera el caso) igual que había aprendido a vivir sin Alicia. Solo por precaución. 

Nada más llegar a casa se puso a cocinar. Aquello, por ejemplo, conseguía liberar su mente del tormento habitual, le relajaba y le hacía sentir en paz. Si la cocina lo conseguía, puede que otras cosas también. Una vaga esperanza asomó tímidamente en su corazón. 

Mientras comía empezó a mirar en la bandeja de entrada de su correo electrónico las invitaciones que solía recibir, esta vez con interés, esperando encontrar un plan para el fin de semana. Se le daba fatal aquello, idear planes le agobiaba, tenía la sensación de que la otra persona se podría aburrir y prefería que se lo dieran hecho. 

Había un par de estrenos que desechó sin pensarlo: los estrenos incluían alfombra roja, posados y entrevistas breves, y si no había hecho aquello en seis años no iba a hacerlo ahora. Huía del sensacionalismo y, dada la poca carnaza que su vida daba, sin parejas ni declaraciones controvertidas, o mejor dicho, sin apenas declaraciones de ningún tipo, la prensa la dejaba en paz. Tenía también algunas invitaciones a fiestas de colegas de profesión, productoras y demás. No pensaba llevar a Alba a una fiesta de aquellas, no quería asustarla con lo que pudiera ver allí. No. Prestó más atención a los musicales. Ese plan podría estar bien, no requería de contacto visual ni excesiva conversación, lo justo para calmar sus nervios. Lo pensó mejor: allí la conocerían, la invitarían a camerinos y a la fiesta de después, y no quería que Alba pensara que la había llevado a su terreno para impresionarle. ¡Maldita sea, qué difícil! 

Desistió y se puso a ver Friends en Netflix. La había visto millones de veces, pero era su serie y, como se sabía hasta los diálogos, era perfecta para dejar la mente en standby y cabecear la siesta. Así fue, al segundo capítulo se quedó dormida en el sofá y despertó a media tarde. Estuvo devanándose los sesos durante un buen rato pensando en algo que hacer con la fisio, ya que ninguna de las opciones culturales de las que disponía le convencieron, pero se había quedado en blanco. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now