Capítulo 22. La gasolina.

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Terminaron la copa y se dirigieron al famoso karaoke. 

Por el camino, Natalia se acercó dando saltitos hacia Alba y, como ya era costumbre, le pasó el brazo por los hombros.


- Me has dejado terriblemente abandonada en la cena, Alba -puso su famosa cara de decepción chasqueando la lengua.

- ¿Me has echado de menitos? -insinuó, muy acertadamente, la rubia.

- Igual un poco sí.

- Un poco -juntó el pulgar y el índice dejándolos muy cerca.

- Igual sí, ¿eh? -sonrió en grande achinando sus ojos y provocando una igual en la otra.

- Yo también -de repente una humareda roja inundó el rostro de Alba. Qué mona.

- ¿Qué tal con la Mari? ¿Te ha dado mucho por saco?

- Qué va, solo me ha dado las gracias por sacarte el palo del culo -se mofó.

- Últimamente parece que todas las conversaciones giran en torno a mi culo. Qué está sucediendo, Alba -estaba de un humor efervescente y la rubia se la quiso comer.

- Es que tienes un culo muy bonito, Natalia, y todo poder conlleva una gran responsabilidad -se encogió de hombros como diciendo 'aguanta el golpe'.

- Reche, no eres la más indicada para hablar de culos. El tuyo es más bonito que, que, que la Alhambra -la rubia soltó una carcajada enorme. Suena como morder una manzana.

- ¿Le miras el culo a tu fisio? -abrió la boca y se llevó una mano al pecho.

- Constantemente. Me hipnotiza, Alba, ¿qué puedo hacer al respecto con esta situación? Nada, solo mirar el espectáculo y dar gracias a dios nuestro señor por los regalos que nos otorga -juntó sus manos delante de la cara de Alba y lanzó un beso al cielo.


Se notaban en su forma de hablar las cervezas ingeridas, pues usaba más palabras y más rimbombantes que de costumbre y se trababa un poco. Me haces calderilla el corazón, Nat.


- Eso es lo que me pasa a mí con tus abdominales -se puso un poco roja al reconocer esto, y a la morena le dio un ataque de timidez que, aunque fulminante, le duró poco.

- ¿Los quieres tocar? -dijo con ilusión y los ojos muy abiertos.

- No -la mirada tan seria que le echó hizo reír a Natalia.

- ¿Por qué? Solo es una tripa.

- Porque no. ¿Quieres tocarme el culo? -atacó de vuelta para darle una pequeña lección.

- Ni de coña -ahora fue el turno de la cantante de ponerse seria.

- Pues ya está. Mira, hemos llegado.


Efectivamente, estaban frente al local. Sin darse cuenta se habían adelantado al grupo, que iba unos metros por detrás, algunas cantando, otras riendo a voz en grito y Sabela intentando poner cordura. Esa noche parecía que iba a ser misión imposible.


- ¿Con qué nos vas a deleitar esta noche, Alba Reche?

- No pienso cantar delante de ti, Natalia Lacunza.

- No puede ser tan horrible, Alba, jope. Dame ese placer -la miró con su intensidad habitual a los ojos y Alba no pudo resistirse a leerle en los labios su última frase. Pff.

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now