Capítulo 54. Elegirte siempre.

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Gracias a esa media hora que Alba le había dejado tocar al día durante las dos últimas semanas, y la semana libre, en la que aprovechaba las mañanas para recuperar el tono muscular y la ligereza de sus dedos sobre los trastes de la guitarra, la vuelta a los ensayos no se estaba haciendo tan dura como podría esperar. 

Lara se estaba integrando al grupo con mucha facilidad. Parecía muy seria de primeras, pero luego resultaba ser muy divertida y carismática. Encajaron enseguida. 

A medida que pasaban los días surgió un problema que Natalia no se esperaba en absoluto, y es que sentirse, de repente, tan distante de sus propias canciones era algo que no se esperaba. Las cantaba bien, como siempre, pero le faltaba volver a conectar con ellas. No era fácil, pues estaban escritas desde un desgarro y un dolor que apenas sentía ya. 


- ¿Qué tal? -le preguntó a la Mari cuando bajó de la tarima para beber agua. 

- Bien -puso una mueca. 

- Le falta algo, ¿no? -bufó. Una cosa era que lo notara ella, y otra que también se apreciase desde fuera. 

- Está como... descafeinada. Pero Natalia, ni te rayes, lleváis ensayando tres días después de un parón de meses y un cambio bastante tocho en tu vida. 

- Nos quedan tres semanas, María, NO ME PUEDO RELAJAR -levantó la voz, frustrada. 

- Wow, te calmas o me piro, tú verás -ni se inmutó la rubia. 

- Perdona, tía -le dio un abrazo más necesitado de lo que creía-. En serio, lo siento, me estoy volviendo loca -se apretó los laterales del cráneo. 

- Termina aquí, nos tomamos un café y me cuentas. Porque como me vuelvas a hablar así te cruzo la cara -le acarició la mejilla y le revolvió el pelo para suavizar la amenaza explícita que nada tenía de broma. 

- Me queda una hora -puso cara de cachorrito. 

- Te espero por aquí. Venga, espabila y déjame a cuadros, como siempre -le dio un azotazo en el culo y se sentó en el sofá. 


Retomaron el ensayo y, aunque hacía como que estaba mirando al móvil, no perdía detalle de lo que sucedía sobre la tarima. Sonaba genial, había aún algunos desajustes y paraban de vez en cuando para modificar las partituras, pero en un par de semanas ya les saldría rodado. Ese equipo funcionaba como un jodido reloj. Pero Natalia no sonaba a Natalia. La Mari no era fan del tipo de música que hacía su representada, pero era fan número uno de Natalia Lacunza, solo por detrás de la Reche. Lo que ella hacía era de otro mundo, te atrapaba de una forma que, si tenías un poco de sensibilidad, no había manera de escapar. Ella era más petardera, más mamarracha en cuanto a gustos musicales, pero no podía resistirse al clima que la morena era capaz de crear a su alrededor cuando cantaba. Y aquello que estaba escuchando era cualquier cosa menos eso. Parecía de plástico. 

María esperaba a Natalia en la puerta del local mientras esta se despedía de su grupo. Traía la cara contraída y sudorosa. Le pasó una mano por la cintura cuando estuvo a su altura y la dirigió hacia un bar que había allí cerca. Natalia dejó caer su cabeza en su hombro y supo la rubia que algo dentro de su amiga andaba regular tirando a de puta pena. 


- A ver, ¿qué le pasa a mi cosita? -preguntó con morritos cuando les sirvieron las cervezas. 

- Lo has escuchado tú misma -espetó echándose contra el respaldo de su silla. Se bebió media cerveza de un trago. Venimos fuertes

- Te voy a tolerar ese tono de mierda porque has estado dos meses más suave que un guante y me has vaciado de mala hostia contra tu persona -se recostó ella también y puso un codo sobre el respaldo-. Así que voy a hacer como si hubieses sido Miss Simpatía 2019 y a escucharte con mucha atención. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now