Apestas a decepción.

2.9K 404 219
                                    

Joaquín mantuvo el ramo cerca de él hasta su facultad, ganándose miradas curiosas de varias personas, sobre todo señoras, ya sean Omegas o Alfas. Una Alfa inclusive se acercó a pedirle disculpas a nombre de la persona a la que le daría el ramo, diciéndole que no todos eran iguales.

—Oh, lo sé. La gente no se rige únicamente por su asignación. Pero este en particular —señaló su ramo con un movimiento suave—, merece más de lo que le daré.

—Pues Dios bendiga a ese bastardo. Pero felicidades, hijo. No te calles.

Con una infancia en silencio, jamás, pensó con miles de emociones en él pero solo le sonrió a la señora y bajó justamente a tiempo.

Tuvo que madurar más rápido que la mayoría de los Omegas al perder a su mamá, a su papá y ser el único protector de Renata. Ella era una niña, apenas estaba cumpliendo 5 años y su mundo se le vino abajo. Su papá intentó ignorarlos los siguientes tres años que siguieron con él; pero cuando estaba borracho, Joaquín deseaba que nunca regresara a la casa.

Siempre le contestaba cuando Rogelio se ponía brusco y violento. Defendió muchas veces a Renata de un posible golpe y aunque su padre usara su voz de Alfa sobre él, el miedo a que dañara a su hermanita era superior a su Omega asustado. Aprendió a callarse cuando era necesario pero si las cosas se ponían mal, aprendió a defenderse y a su hermana. 

Desde que era niño, Rogelio le dijo cómo debería actuar un Omega en la sociedad, jamás lo trató como un hijo si no como un niño incómodo ante él. Era Lilibeth la razón de la vida de Rogelio, y cuando la perdió, su humanidad y cordura se fue con ella.

Bueno, también habría perdido la cordura si yo hubiera ocasionado la muerte de mi compañera de vida, pensó amargamente Joaquín mientras seguía caminando hacia la facultad, ganándose muchas miradas indiscretas y sorprendidas por el ramo. 

Sonrió cuando unas compañeras Omegas de su clase lo vieron pasar por la fuente del centro del edificio y le sonrieron, levantándole sus pulgares. Las jóvenes se miraron durante dos segundos antes de correr a seguirlo.

— ¡Joaco! —le llamaron, él se detuvo a esperarlas y ambas le seguían sonriendo con los ojos brillantes. 

Sus compañeros Omegas y algunos Betas fueron los únicos que no se burlaron ayer de Joaquín ni le dijeron nada malo, intentaron advertirle pero hasta en eso el perro maldito de Oliver se metió, interrumpiendo las pláticas y dejando que Joaquín se fuera con ese estúpido ramo por todo el campus sin saber nada. 

—Maravillosa contestación, Joaco —le dijo una de las Omegas, una mujer pequeña y delgada de grandes ojos cafés y el cabello corto rosa pastel. Joaco se sorprendió, ayer estaba seguro que era de un color violeta más fuerte.

— ¿Te ayudaron a saber qué significaba ese ramo estúpido? —le preguntó la otra Omega, más alta que la peli rosa y de hombros anchos pero con una carita tan dulce que parecía una niña de 15 años. Tenía el cabello rubio en una trenza francesa y sus ojos verdes lo miraban con curiosidad. El tono oliva de su piel hacía un gran contraste con sus ojos y cabello, pero era tan hermosa como intrigante. 

—Mis amigos me dijeron ayer que me vieron llegar para comer juntos y hoy en la mañana pasé por una florería para pedir ayuda —admitió sin pena alguna. Las Omegas le sonrieron en muestra de apoyo.

—Queríamos decirte ayer pero después de que Oliver nos interrumpió, tú te fuiste literalmente volando fuera de la clase —dijo con un poquito de reproche la del pelo rosa. Ana, recordó que se llamaba.

—Perdón, Ana. Después de las clases tengo una hora para comer y luego al trabajo.

—Te entiendo. Eli anda en las mismas pero pudiste esperarnos 5 minutos más.

El Secreto de las FloresWhere stories live. Discover now