Relación.

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Emilio no podía con su sonrisa.

Ni con sus nervios, honestamente.

Estaba acostado boca arriba en su cama, observando el techo y la lámpara que simulaba ser una galaxia en la Vía Láctea, le seguía asustando la oscuridad pero la lámpara era más barata que dejar todas las luces prendidas.

Se había quedado con Joaquín un rato más en la sala besándose, hasta que a ambos les empezaron a pesar sus ojos y decidieron irse a dormir. Lo despidió en su cuarto con un último beso y entró al suyo.

Pero llevaba como una hora intentando dormir, no dejaba de moverse y recordar los besos suaves y el sabor adictivo del Omega. Tenía ganas de besarlo, de abrazarlo y no dejarlo ir, pero sería raro ir y meterse a su cama cuando apenas estaban entendiendo qué estaba pasando entre ellos, ¿no?

Al final del día, seguían teniendo muchas cosas por hablar y no quería incomodar a Joaquín para que durmiera con él. 

Suspiró y volvió a darle la espalda a la puerta de su cuarto, viendo por la ventana y cortinas cómo la galaxia falsa iluminaba las cortinas de su ventana y el sentimiento de protección cuando pensaba en el Omega era más fuerte que nada.

Estaba sorprendido por todo lo que Joaquín y Renata vivieron desde niños. Todo lo que tuvieron que soportar y también por qué ambos Omegas eran tan aferrados a su privacidad. 

Ambos estaban conscientes de lo que podía pasarles si esa gente de la que Joaco le habló sabían dónde estaban. Ese tipo de grupos habían sido interceptados hace mucho, pero seguían trabajando porque la trata de Omegas seguía siendo un negocio fértil y fácil. Su familia había intentando abolir la trata y poner leyes más estrictas para la gente involucrada en todo eso, pero el Congreso era demasiado lento para algunas cosas, como darles derechos básicos a los Omegas, pero bien que aprobaban leyes donde si el Alfa quería tener al cachorro, el Omega debería acatar la orden, ya que de hacerse un aborto, les darían de 5 a 10 años por asesinato premeditado.

Aunque, claro, esa ley no aplicaba en la CDMX, Guadalajara, Oaxaca, Monterrey y Puebla. Eran los únicos estados donde los Omegas podían hacerse abortos seguros y libres de ir a la cárcel siempre y cuando fuera un feto de menos de 12 semanas.

Emilio odiaba cómo imponían a los Omegas, hombres y mujeres, el tener cachorros, como si solamente sirvieran para eso. La maternidad debería ser deseada, sin más por el camino. Era un tema tal vez delicado para los demás, pero Emilio no entendía la dificultad del mismo. Él no era el que llevaría al cachorro durante meses ni sería quién tuviera más cambios en su cuerpo, no tenía derecho a opinar entonces. 

Pero era más fácil hacer ver a los Omegas como personas promiscuas que si se embarazan, era por calentura y no por otras situaciones, que entonces deberían hacerse cargo de las consecuencias de sus actos, como si ser madre o padre fuera un castigo. 

Su mamá siempre se lo dejó en claro: sea Beta, Omega o Alfa, si esa persona no le da su consentimiento, entonces jamás debería asumir su respuesta ni querer imponer sus decisiones sobre su pareja. Jamás.

Por eso decidió darle su tiempo a Joaquín. Él no sabía que estaba pasando pero no quería ir a imponer su presencia y exigir una respuesta ante las acciones del Omega cuando sabía que Joaquín era alguien muy precavido y solitario. De haber ido a acosarlo, probablemente ni siquiera tendría bolas para sus futuros cachorros.

Y además, Joaquín volvió a él.

Tal vez dio un pequeño salto de fe al aceptar ir a la universidad cuando Talia le habló. Pero Joaquín no lo rechazó, hablaron lo que era necesario ese día y pues terminó besándose con él, así que lo veía como un gran logro.

El Secreto de las FloresWhere stories live. Discover now