Paraíso.

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No supieron cómo llegaron a su habitación aguantando la compostura frente a los demás.

Pero en cuanto cerraron la puerta, Joaquín atrapó a Emilio en un beso algo salvaje y necesitado, empotrándolo contra la puerta y apenas poniendo el seguro antes de sacarle el abrigo violentamente. 

Emilio lo empezó a desnudar también, ambos sin dejar de besarse, reír cuando tropezaban para quitarse los zapatos y la ropa, atorándose en el medio. 

—Espera, espera —le pidió Emilio cuando su suéter no salía de su brazo derecho. Alejó al Omega para él quitarse el suéter y la playera de manga larga, Joaquín también quitándose su suéter pero sin poder sacar la cabeza y manos bien. 

Emilio se rió cuando vio a Joaquín con las manos alzadas y el suéter y playera enrollados en su rostro. Pero entonces se mordió el labio al ver la imagen completa: él descalzo, con el pantalón de pana desabotonado y mostrando su vientre plano y definido, su cintura pequeña más definida. 

El Alfa cambió de lugar y dejó al Omega pegado a la pared.

— ¡Oye! ¿Qué...? Ah —se interrumpió a media queja cuando sintió los labios del Alfa en su pecho, besando y lamiendo hasta llegar a sus pezones, haciéndolo estremecer y luchar más para quitarse la ropa del rostro.

Emilio le ayudó y sintió la ráfaga de aire frío golpearlo cuando al fin su rostro estuvo libre. Bajó la mirada para ver a su novio arrodillado frente a él, sus ojos brillando peligrosos y completamente negro ónix. Empezó una fila de besos desde el centro de su pecho, bajando besando el ombligo y las cicatrices, tomando especial tiempo en ellas. Joaquín no podía dejar de verlo pero al mismo tiempo sentía su cabeza caer laxa sobre su pecho, sus piernas temblando de anticipación.

Sintió cómo jalaba sus pantalones y boxers hasta la rodilla, pasó de largo por el lugar donde Joaquín lo quería y besó su cadera e ingles, bajando por el muslo derecho y mordiendo cerca de su entrepierna. Joaquín gimió y se sostuvo de sus hombros cuando Emilio le alzó una pierna para sacar la ropa y luego la otra, jalando sus calcetines de paso. 

—Eres precioso —susurró Emilio sobre sus muslos, Joaquín negó con la cabeza y se rió. 

—No, no lo creo —jadeó. 

Emilio frunció el ceño y lo siguió besando hasta llegar ahí. Joaquín tembló cuando lo besó en su vientre bajo.

—Joaquín, no eres consciente de la belleza que tienes y eres. Pero en serio, eres precioso. En todo el sentido de la palabra.

Joaquín no quería pelear sobre si era o no precioso. O sea, sabía que era guapo, tenía una cintura pequeña gracias a los genes de su mamá y su vientre era plano y definido, a pesar de que no hiciera mucho ejercicio. Era guapo, claro que sí. Pero no sé sentía alguien precioso, menos con esas garras destruyendo el visual de su estómago. 

Aunque Emilio parecía no importarle. Ya que lo veía como si fuera la encarnación de lo más precioso del mundo, como si en serio fuera una maravilla, y aunque no se sentía siempre de esa forma, con Emilio viendolo así podía sentirse más confiado en su propia piel. 

No quería tener una tonta discusión sobre si era o no precioso cuando tenía a su novio arrodillado, apenas tocándolo con sus labios, sus manos en sus muslos, sintiendo cada dedo apretarlo, y también sentir cómo su lubricante natural se deslizaba entre sus muslos, Emilio acercándose a él más y más.

— ¿Ah, sí? —le preguntó en un tono coqueto, Emilio asintió con las cejas enarcadas y lo besó. Joaquín gimió—. Mm, demuéstralo, Alfa.

La mirada coqueta de Emilio cambió por una más oscura y salvaje. Joaquín gimió al sentir la calidez de la boca ajena y las manos agarrarlo más fuerte. Se mordió sus labios intentando no ser tan ruidoso y cuando no aguantó más, se tapó la boca con una mano, mordiéndose los dedos mientras dejaba caer la cabeza en la puerta. Emilio le abrió más las piernas y descansó una en su hombro, sintiéndose más expuesto. 

El Secreto de las FloresOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz