No eres tu padre.

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Emilio estaba seguro de tres cosas en su vida hasta ahora.

La primera: sus flores eran parte de él, de su papá. Su familia lo veía como un don porque nadie más sabía el secreto de las flores excepto él y Javier cuando vivió. Y tal vez así era, pero Emilio veía a su papá entre la flores, lo sentía, porque él vivía en ellas y Emilio era parte de su papá.

La segunda jamás lo dudo: su familia siempre lo protegería y él a ellos. No es que se sintiera un héroe, no es que fuera alguien extraordinario que pudiera lograr salvar a todos siempre. Pero su instinto le decía que si podía salvar a su familia, lo haría sin dudar. Ellos eran esenciales en lo que era parte de él, igual que sus flores. Y su familia no era solo de sangre, sino aquella que él había escogido para vivir y conocer, la que amaba por ser desinteresados, es decir sus amigos.

La tercera era la más obvia. No era un Alfa normal. Y no tenía ninguna intención de serlo.

Él era él sin importar si era Alfa o no. No le interesaba la raza, le interesaba la calidad de persona que había detrás del nombre y apariencia. Y si él tenía un lugar privilegiado gracias a su raza, lo usaría para el bien. Siempre.

Y ahora añadía una más: estaba sinceramente enamorado de Joaquín. 

No esperaba ningún sentimiento de vuelta, no esperaba ser correspondido. Lo supo mientras iban caminando en el parque por la florería. No era solamente amistad y admiración lo que sentía por él, era algo puro y honesto, lo más fuerte que jamás sintió. Era amor.

No sabía si se suponía que el amor debía hacerlo sentir diferente o algo así, pero solo sentía tranquilidad, al mismo tiempo que un revoloteo en sus entrañas al tenerlo cerca. La certeza de que este Omega solo lo hacía ser una mejor persona y luchar para serlo. No le importaba el pasado, quería su presente y conformar parte de su futuro.

Era curioso, pero real. No lo golpeó ni lo lastimó. Solo pensó "conque esto es amor", mientras veía al Omega reír bajo esa luz artificial y supo que encontró su lugar. Al fin.

Y estaba preparado para un rechazo, para ser solo amigos. Estaba dispuesto a solo eso. Pero empezaron a bailar. Y Joaquín le pidió no romperle el corazón y de repente se estaban besando.

Los dos. 

Se estaban besando en su cocina con esa canción que le recordaba al Omega de fondo.

¿Esto es real?, pensó aturdido. Estaba a punto de darse un golpe pequeño con sus pies cuando Joaquín hizo eso y su mente quedó en blanco. 

El beso suave y dulce que estaban teniendo se transformó en uno más hondo, más húmedo y Emilio no supo cómo acabó aplastando al Omega contra la isla y pegándose a su cuerpo descaradamente. 

Joaquín movió las caderas y ambos gimieron, separándose al fin. Los brazos del Omega estaban alrededor del cuello de Emilio; un brazo rodeaba a Joaquín y el otro los detenían en la superficie de la mesa, la taza de Joaquín muy cerca de sus dedos. 

Emilio jamás había visto los ojos de Joaquín así, tan negros, tan ardientes. Y quería seguir besándolo, en serio, pero tenían que parar.

Descansó la frente en la contraria y cerró los ojos, aspirando aire. Pero la maracuyá era muy hipnotizante. Lo besó una última vez y se separó.

—Deberíamos hablar —dijo con dificultad. 

Joaquín controló su respiración antes de asentir y alejarse del Alfa  aunque ambos sintieron como un frío horrible y querían volver a estar pegados, pero si volvían a estar así, probablemente acabarían besándose o hasta haciendo algo más.

El Secreto de las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora