Eterno.

2.6K 290 229
                                    

Emilio estaba que se lo llevaba la chingada. 

Y era totalmente su culpa.

Ya iba para las cuatro semanas que Joaquín estaba enojado con él y ambos estaban muy sensibles a cualquier cosa. 

Y la mudanza de Renata no había ayudado en nada. 

Dani y Ren se mudaron a un departamento cerca de su universidad, a 5 cuadras de su casa, de hecho, y habían estado estas últimas semanas ayudándoles a preparar su nuevo hogar. 

Joaco había estado bastante... sensible, por así decirlo. Y aunque ayudaba de buena manera y estaba al pendiente de la mudanza, de Dani y de su hermana, terminaba pasando una hora llorando en el baño mientras se bañaba. 

Aceptaba los mimos que Emilio hacía a sus bebés pero ambos sabían que tenían que hablar, había cierta incomodidad y precaución en su forma de ser y no estaban felices. 

Solo que no parecían encontrar un momento adecuado para hablar, por mucho que quisieran estar solos.

La mudanza de Ren se había fusionado con el completo cambio del cuarto de huéspedes para los bebés. Habían sacado clóset, cama y el tocador para pintar las paredes de un suave crema con un piso acolchado pero fresco y ligero. La pared donde estaban pegadas las camas de sus hijos estaba pintada con diferentes flores, sobre todo lilis y tulipanes, en un diseño colorido y que le daba un aire fresco a la habitación. Las camas habían terminado siendo de madera caoba y rectangulares, con un colchón duro y delicado, según sus hermanas el perfecto para bebés.

Cada cuna tenía un velo suave blanco cubriéndolos, y encima de cada una, en la pared, había un cuadro grande de pizarra negra en blanco, preparada para recibir el nombre de sus bebés, pero aunque Joaco ya tenía 28 semanas, seguían sin saber los nombres de sus hijos porque tampoco sabían si serían niños o niñas.

Ren les dijo que pusieran por ahora bebé 1 y bebé 2, y no sonaba tan mala idea, a decir verdad. 

Había una mecedora en el fondo contrario de la habitación, donde  también tenía un cambiador, una cómoda blanca larga con un pequeño espejo redondo encima, un closet pequeño donde también habían empezado a poner toallas, pañales de tela, jueguito de ropa de gemelos, cobijas y sábanas. 

Había una maceta con una cuna de Moisés que le daba un ambiente más abierto al dormitorio, habían cambiado por unas cortinas grises gruesas y una blanca de velo ligero, habían puesto dibujos que Dani les hizo, flores que le recordaban a ellos, y un retrato a carboncillo de Joaquín de perfil, con su estómago más prominente. 

Era sencillo el cuarto, pero hermoso. Ambos estaban orgullosos y listos, pero la felicidad que sintieron mientras arreglaban el cuarto de sus hijos, se manchaba bastante con la melancolía de ver a Ren empacar sus cosas e irse, y la incomodidad que había entre ambos por no hablar bien.

—Ay, quedó muy hermoso, chicos —les dijo Ren el día que terminaron el cuarto y ella también empacó su última caja. Ya habían ido a dejar las demás cajas al departamento y estaban tomando un café con ellas mientras presumían su nueva cocina.

Su departamento era muy sencillo. Una sala comedor, una cocina integral pequeña y dos habitaciones, un centro de lavado y un patio mediano trasero donde podían tender ropa o hasta tener una mascota. Todo estaba decorado con tonos cafés y grises, muebles de madera y metal, dos sillones largos blancos y cuadros de diferentes técnicas que Dani había ido aprendiendo con el tiempo. 

Era perfecto para dos chicas que estaban iniciando su vida juntas.

—En unas semanas se cumplen las 32 semanas y queremos estar seguros que los bebés tendrán su sitio seguro —explicó Emilio mientras ayudaba a servir el té para Joaquín y Dani, mientras que él y Ren tomaban café.

El Secreto de las FloresWhere stories live. Discover now