Entre vides y fogatas.

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Cuando Joaquín bajó, efectivamente ya lo estaban esperando en la sala para empezar el recorrido.

Se puso al lado de Emilio y aunque no lo miró ni le habló mal, había cierta incomodidad entre ambos que lo estaba en serio molestando.

Si no hablamos pronto, voy a explotar, pensó abrumado cuando salieron de la casa y se reunieron en media luna frente a la Alfa de la casa, que sonreía enseñando los dientes y con suficiencia.

— ¡Okay! ¿Quién sabe sobre el proceso de la uva para hacer el vino? —preguntó como una maestra ante su clase de niños.

Varias personas alzaron la mano pero Emilio no. Joaquín frunció el ceño cuando lo encontró mirándolo de reojo. 

Algo está mal, pensó asustado de repente.

.

Ni siquiera se dio cuenta de la explicación que les dio la Alfa mientras iban caminando por entre los vides, enseñándoles las ramas secas y explicando cómo salían las uvas, cómo sabían que estaban maduras para la cosecha y cómo cuidaban de plagas y sequías su cosecha.

Emilio parecía que estaba oyendo atentamente todo, pero Joaquín lo conocía y seguramente su mente estaba ya al otro lado de la vida.

Amaba a Emilio, pero odiaba que él no compartiera sus temores. Eran pareja, se supone que una pareja se apoyaba en todo momento, bueno o malo, confuso o claro. No quería que Emilio pasara por algo solo.

Tal vez se está dando cuenta que no valgo tanto la pena y este viaje le está demostrando que no funcionaremos para el futuro...

Joaquín miró a Emilio, quien le sonreía con amabilidad a Wendolyn, quien estaba al pendiente de todos conforme iban caminando en las vides y se alejaban un poco de la casa.

O tal vez se dio cuenta que soy demasiado problemático y encimoso, que una Omega sería mejor para él. Más calmada, más alegre sin un pasado de mierda y un padre jodido.

Empezó a entrar en pánico y su corazón martilleaba en su pecho cuando de repente fue jalado a un abrazo por la espalda y el olor a mandarina lo rodeó de golpe.

—Sea lo que sea que estás pensando, no es así —escuchó que Emilio le susurró en su oído, ambos quietos mientras el resto del grupo seguía caminando, atentos a la explicación de Maritza. 

Fue inevitable para Joaquín no destensarse entre los brazos del mayor y suspirar. Se recargó más en él e hizo un puchero.

—Te digo lo mismo —dijo ofendido Joaquín—. ¿En qué estás pensando que hasta a mí me llegó la confusión de pensamientos?

Emilio aspiró aire en un suspiro atragantado pero no pudo decir nada cuando Wendolyn se acercó sonriendo en disculpas.

—Chicos, perdón por interrumpir pero ya llegamos a la zona de la cena. 

Ambos asintieron y la siguieron en silencio, pero al menos Emilio ya le sostenía la mano con más firmeza.

Joaquín seguía sintiendo su corazón latir desbocado.

.

La zona de la cena estaba a unos 200 metros de la casa, un poco más lejos de los viñedos entre un granero y otra casa pequeña. En el espacio en medio, habían varias mesas largas de campo de madera juntas. Había algunos árboles alrededor que tenían luces en fila que le daban un ambiente casi mágico al lugar.

Enfrente de la casita había un espacio bastante grande para una fogata, con ladrillos, bancos y hasta mantas. Con uno que otro sillón individual y una silla reclinable larga. 

El Secreto de las FloresWhere stories live. Discover now