Pizza y maracuyá.

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Joaquín estaba loco. Completamente. 

Pero quería volver a ver a Emilio y contarle cómo le había ido en su día. Quería volver a hablar con él y reír juntos, tener tiempo juntos...

Hace mucho que no sentía esto hacia nadie. Tal vez nunca. Tal vez Emilio sí era la primera persona por la que sentía algo sincero, sin la necesidad de obligarse a demostrar algo ante sí mismo y ante los demás.

Había estado intentando ir a la floristería a verlo para pedirle su número celular después del sábado que salieron juntos. Renata le había marcado para saber dónde estaba y la escuchó un poco mal, así que decidió irse rápido.

Ren aún no tenía su primer celo, llevaba años de atraso y si le daba el celo estando con más gente o sola, Joaquín temía lo que pudiera pasar, así que intentó siempre estar disponible cuando la escuchara mal para correr a su lado y monitorearla. Cuando llegó a su casa, olvidó pedirle a Emilio otra forma de contactarlo que fuera más directo que ir a la floristería siempre.

Ren solamente había tenido gripe y una infección en la garganta un poco fuerte. La semana pasada estaba saliendo de toser como si se fuera a morir cada diez segundos, pero para el viernes ya estaba como si nada. 

Joaquín la envidiaba, cuando él se enfermaba, le duraba casi un mes el malestar y los síntomas. Renata en menos de dos semanas ya estaba como nueva. Pero al menos él se enfermaba muy de vez en cuando, y Ren cada tres o seis meses.

Al menos algo bueno salía de ser el mayor.

Durante esas dos semanas, aparte de estar cuidando a su hermana, tuvo demasiado trabajo en el museo y con los finales de la maestría, preparándose para presentar el protocolo final de su tesis y titularse en septiembre. Llevaba un año y medio trabajando esa tesis, ya era momento de al fin decirle adiós y obtener su maestría. 

Emilio y él en serio tenían la costumbre de verse en sus trabajos, porque cuando lo visualizó en el museo, de espaldas a él, sonrió por la ironía. 

Todo el día había pasado pensando en él y en si sería buena idea pasar el lunes a la florería antes de ir a la universidad para su última revisión de tesis antes de vacaciones. No esperaba verlo ahí en el museo.

Ni siquiera se dio cuenta de la Alfa que estaba a su lado y que lo miraba curiosa y sorprendida. Bueno, parecía que era su destino convivir con gente de la familia de Emilio cuando ni siquiera conocía a los papás de sus mejores amigos.

Y cuando llegó Renata con esta Alfa y Emilio la conoció, por primera vez en años, Joaquín no tuvo miedo de que alguien más conociera a su hermana. De hecho, se sintió hasta aliviado que Ren al fin lo conociera.

Claro que la Omega no dijo nada más que un:

—Emilio es muy lindo.

Y Joaquín sonrió aliviado. 

Su hermana lo aceptaba.

Tal vez por eso decidió llamarle al día siguiente para ir a comer cuando estaba a punto de acabar su turno en el museo. Ren estaba terminando un trabajo en casa de una de sus amigas, que era la hermana menor de Talia, y por eso se sentía seguro de dejarla sola un rato más.

Además, en serio tenía hambre.

Y en serio quería ver más a Emilio.

Y cuando Emilio aceptó verlo e ir a comer juntos, bueno, el resto de su hora de trabajo estuvo sonriendo bastante grande y un poco espeluznante, a decir verdad.

Mantuvo sus nervios en control para no sentirse tan ansioso, pero cuando vio la hora en su celular, un escalofrío lo recorrió. Faltaban solo 10 minutos para que saliera. Se regresó a su despacho y guardó sus cosas, aunque nada más llevaba una mochila pequeña y una carpeta donde había papeles que su jefe le dio en la mañana para quién sabe qué. 

El Secreto de las FloresWhere stories live. Discover now