Las flores hablan.

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Emilio pasó toda la noche pensando en ese Omega de ojos miel.

Joaquín.

Tenía un nombre bonito, fuerte pero suave al mismo tiempo. Como él. Le quedaba bastante bien a opinión completamente objetiva de Emilio, claro.

Llegó a su casa a bañarse porque la lluvia decidió que sería divertido mojarlo mientras caminaba las 5 cuadras que separaban su casa de su local, y casi le arruinaban la bolsa de papel donde estaba su cena.

Eric le mandó un mensaje para recordarle que llegaría a las siete de la mañana a la florería para subir las últimas cosas antes de ir a la hacienda y preparar el lugar. Regina le llamó para decirle que llegaría igual a las 7 para ayudarles y quedarse hasta las 4 para cerrar.

Aunque se supone que a las 2 tenían que acabar los salones y la capilla, la novia le había pedido que se quedara para verificar que todo estuviera bien durante parte de la fiesta. Emilio aceptó pero sobre todo porque veía como una buena oportunidad para tener más clientes y ver a sus flores ambientar a los invitados.

Intentó no pensar en él durante la noche, pero esos ojos miel lo siguieron hasta en sueños.

Se sentía confundido. Ningún Omega, Beta o Alfa le había causado este sentimiento de anhelo y queriendo verlo más, escucharlo más...

No sabía cómo llamarle a este sentimiento pero estaba intrigado por ese Omega y le gustaría volver a verlo.

Tal vez mañana, pensó entre sueños sin ninguna real esperanza de poder verlo pronto.

Pero se equivocó.

Eric y Regina llegaron a la hora que habían dicho, el Beta trayéndole de esos cuernitos de chocolate de enfrente de su casa, y su hermana café para los tres, haciendo reír a Eric en si sería buena idea que tomara cafeína tan temprano porque no quería que se repitiera lo del último evento al que ella fue, hace 3 meses, en el que Eric casi tiene un ataque de ansiedad por tomar tanto café y terminó desnudo del torso mientras bailaba payaso de rodeo con los chicos que siempre les ayudaban en la preparación de eventos, cinco minutos antes de que empezara la fiesta.

— ¿Puedes superarlo, por Dios bendito? -le pidió completamente rojo Eric mientras los hermanos Marcos se reían fuerte del recuerdo. Le costó a Eric tres meses que dejaran de reírse por ese desliz, pero Regina amaba hacerle bulla sobre eso.

—Nunca te vi bailar payaso de rodeo con tanta pasión, ni siquiera el día de tu boda —se siguió riendo Regina, acabándose su cuernito y el café. A pesar de todo, los tres desayunaron entre las risas antes de irse a la hacienda.

—Porque no has visto cómo le bailo payaso de rodeo a mi marido en nuestro cuarto -se defendió el Beta, Regina gritó y se tapó el rostro con la mano, mientras Emilio hacía una mueca confusa.

— ¡No quiero saberlo! —gritó la Omega.

— ¿Cómo es eso, bailan solo ustedes dos? —preguntó el Alfa al mismo tiempo. Su hermana volvió a gritar y pegarle un manotazo a su hombro, completamente sonrojada.

— ¡Emilio, basta!

—Pero...

Ahora fue el turno de Eric para destornillarse de risa mientras los Marcos peleaban, aún Regina roja y Emilio confundido.

—Bueno, ya, hay que subir los últimos floreros que tienen mucho trabajo de por medio —Regina los regañó y empezó a arrearlos, Eric riéndose aún.

Eran solamente veinte jarrones que les faltaban de subir para completar los 300 para la fiesta. Los proveedores y los ayudantes ya les habían hablado que iban de camino a la hacienda y llegaban en media hora. Emilio apuró a Eric y Regina para alcanzarlos a tiempo, porque no quedaba exactamente cerca la hacienda donde sería la boda.

El Secreto de las FloresWhere stories live. Discover now