Marca.

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Llegar al hotel fue lo más pinche difícil que Emilio tuvo que hacer sin tirar a Joaquín a una pared y besarlo hasta desvanecer. Pero el instinto protector era más fuerte que su pene pensando.

Necesitaba llegar con Joaquín a la seguridad de su cuarto y ya ahí podía dejar a su segunda cabeza pensar.

Pensó en pasar a una farmacia o pedir en recepción algunas cosas para el cuidado del Omega, pero Joaquín no se veía muy bien y no quería dejarlo solo en un país extraño, aunque fuera para bajar a recepción.

Tenemos el botiquín, eso debe bastar, pensó apurado y entraron al hotel, sonriendo de lejos a las recepcionistas y caminando rápido hacia el elevador, esperando que estuvieran solos.

Pero no tenían tan buena suerte porque habían unas cuantas personas más esperando y dos de ellas eran Alfas. Emilio atrajo más a Joaquín a su cuerpo y fue inevitable que sus feromonas territoriales salieran cuando los Alfas vieron al Omega con curiosidad. Estaban en el último piso y no era más que 1 minuto para subir, tal vez menos, pero Emilio sintió que fue una eternidad.

Los Alfas bajaron en el segundo piso, y los demás en el tercero. Con ellos bajó también una Omega y un Beta que miraban preocupados a Joaquín, pero los ignoraron.

Joaco había cerrado sus ojos y estaba recargado en Emilio, aspirando su olor desde su cuello. El Alfa podía ver parte de su vena de Marca pulsar con fuerza y tensó la mandíbula, volviéndose a concentrar en llevar al cuarto al Omega y cuidarlo.

Su mano temblaba cuando buscó la llave para abrir la puerta, y una vez adentro soltó un suspiro de alivio. Joaquín se soltó y caminó hacia la cama, quitándose los tenis entre pisotones y aventando su chamarra gigante al suelo. Emilio se aseguró de poner el letrero de "No molestar" y cerrar con seguro la llave, esperando que el cuarto fuera suficiente para proteger a Joaquín.

Se miró en el espejo/clóset y una mirada de pupilas dilatadas y el rostro sonrojado le regresó la mirada. Aspiró hondo pero el olor del Celo del Omega le llegó de nuevo.

La maracuyá era más fuerte, más intensa, al igual que el olor a lluvia y las flores, tan dulces como picantes. El olor parecía exhalar de todas partes del Omega y no solamente de su cuello como cuando tenían sexo y llegaba al orgasmo. Emilio se sentía débil y tembloroso.

El Celo de un Omega era muy tentador para los Alfas y algunas veces para los Betas, era como un estimulante que se activaba en su ser nada más olerlo y le inhabilita cualquier pensamiento racional.

Pero Emilio tenía que ser cuerdo y no dejarse llevar por sus instintos por completo.

Respiró tembloroso, tragando en seco, su garganta doliendo un poco. Sentía a su Alfa gruñir y temblar pero debía mantener al humano en mente. Abrió la puerta del clóset y buscó en su maleta los condones que metió de último momento. En el Celo, era más fácil que los Omegas quedaran preñados, y aunque sus supresores ayudaban, no eran 100% efectivos.

— ¿Qué estás haciendo? —la voz suave y acuosa del Omega le llegó y sacó la cabeza del clóset, mirándolo sorprendido.

—Buscando los condones, amor.

Joaquín estaba sonrojado del rostro como si tuviera fiebre, sus ojos sin poder enfocarlo completamente y jadeaba. Lo miró confundido, el ceño fruncido de manera adorable, la cabeza ladeada un poco, mostrando su vena más visible bajo el cuello del suéter. Emilio vio su cuerpo, que temblaba, y el bulto que se le hacía en la entrepierna, sus muslos haciendo una pequeña fricción. Apenas podía mantenerse en pie y se veía tan pequeño y necesitado que Emilio por poco deja todo y se lanza a él.

— ¿Por qué quieres condones? —le preguntó en un susurro dolido.

Emilio tragó saliva y dejó las manos quietas sobre la maleta.

El Secreto de las FloresWhere stories live. Discover now