Café con sabor a amistad.

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Joaquín suspiró con cansancio por tercera vez en dos minutos.

—Otra vez, de nuevo, solamente es una cita de amigos —explicó por quinta vez en 3 minutos a su hermana.

Pero Renata le hizo una seña con las manos restándole importancia y siguió mirando su clóset con ojo crítico.

—Amigos o no, es una cita. Y tú nunca has tenido una.

—Hermana, solo iremos a tomar café con pan y ya, no vamos a tener una cena romántica a la luz de las velas mientras nos juramos amor eterno a la tercera vez de vernos, debo añadir encarecidamente.

Su hermana lo vio seria.

— ¿Cómo le haces para que escenas románticas y dulces suenen extremadamente ñoñas y ridículas?

—Es un don. Se llama el don de Megara.

Ren alzó las manos mientras se reía.

— ¡Dame paciencia con este mocoso anti amor, Diooos! —exclamó dramáticamente, moviendo sus manos con mucha fuerza hacia el cielo.

Joaquín la observó desde su cama y luego se admiró sus uñas bien recortadas y parejas.

—Tranquila, ridícula. Es a mí a quien Dios debería darme paciencia por aceptar y tener en cuenta tus consejos.

—Mis consejos son los mejores y lo sabes.

Sí lo eran. Pero jamás se lo diría. La mocosa ya sabía perfectamente que sin ella, Joaquín no sabría qué hacer en cosas de romance, no necesitaba hacerla sentir más altanera respecto a ese tema.

La idea de Renata sobre conocer más a Emilio se le quedó toda la semana; de hecho, había decidido pasar el sábado a la florería y decirle que si quería salir con él. No esperaba verlo en la presentación de Klimt pero fue demasiado agradable.

Aunque no fue agradable saber que la Alfa que técnicamente era su jefa, era de hecho la hermana mayor de Emilio. Ya había tenido suficiente con saber que pasó el sábado pasado conviviendo con un tío del Alfa y él los vio interactuar. Y por la manera en que Mayra le habló cuando Emilio le dijo que le ayudó el sábado en la boda de una familiar, presintió que el tío ya había hablado de él.

Joaquín odiaba que hablaran de él a sus espaldas.

Aunque... técnicamente no era a sus espaldas porque, bueno, había sido un poco evidente que hablarían de él después la manera en que el tío lo vio cuando se despidieron y se fueron de la fiesta

Joaquín volvió a suspirar y observó a su hermana. Renata se veía más alterada de lo que él se sentía ante la cita. Habían quedado que se verían en la florería a las 4:30 de la tarde y faltaban dos horas.

Se iba a meter a bañar y usar unos jeans y una playera negra que puso sobre su cama cuando Renata gritó y le dijo que no podía irse así a la cita.

—Por décima vez, Ren, es una cita de amigos —recalcó Joaquín mientras veía a su hermana seguir moviendo en su armario insatisfecha.

—Ajá, me vale —repitió su hermana por onceava vez. Desde ayer que llegó y le dijo que había visto a Emilio en la exhibición de Klimt, Ren estaba emocionada. Cuando le confesó que saldrían a tomar un café, su hermana pegó tal grito que hasta una vecina se acercó a preguntar si estaban bien.

Mientras veía a su hermana matar su clóset, empezó a considerar seriamente que era ella quien necesitaba conocer nueva gente en realidad.

— ¡Ren, basta! —exclamó su hermano, decidiendo que era suficiente.

El Secreto de las FloresWhere stories live. Discover now