Viena.

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Ámsterdam era uno de los países que Emilio más había querido conocer por su gran variedad en flores, sobre todo por los tulipanes que eran muy famosos en Holanda. Siempre había planeado ir en primavera, pero jamás había podido por una u otra razón.

Y sí, solamente estaba en el aeropuerto de Ámsterdam, en una de esas cápsulas nuevas, ya recién bañado y con Joaquín recostado en su pecho, durmiendo plácidamente después de 10 horas de vuelo y con 2 horas más para que aborden su siguiente vuelo. Eran cerca de las 7 de la noche y ya estaba oscuro, se podía sentir el frío otoñal más fuerte que en México y eso que estaban en un edificio con aire acondicionado y bastante gente alrededor. 

Acarició más lento el cabello de su novio mientras tenía sus ojos cerrados. Le estaba costando concebir el sueño y si era honesto consigo mismo, estaba esperando  llegar a Viena para dormir mejor. Estaban a menos de 4 horas de al fin llegar a su destino y poder recostarse adecuadamente con Joaquín a su lado. 

Los asientos premier eran cómodos, sí, espaciosos y muy elegantes, y habían ayudado cuando el cansancio lo venció y se quedó completamente dormido, pero solamente durmió como 5 o 4 horas, de repente cansado de la misma posición y con tremendas ganas de ir a hacer pipí. Fue más difícil de lo que creyó lograr ir exitosamente al baño, pero lo hizo. La comida estaba caliente y sabrosa, pudo hasta disfrutar de una copa de vino y vio dos películas con Joaquín antes que él cayera también rendido. En general, no había sido un mal vuelo, pero necesitaba sentir a Joaquín a su lado para descansar más relajado en este nuevo lugar de olores potentes y algunos agresivos. Habían tres Alfas y dos Betas en la zona premier, junto a ellos y uno de los Alfas no había dejado de mirar a Joaquín, hasta que el Omega lo enfrentó y al fin lo ignoró.

Emilio era consciente de lo privilegiado que era y todo lo que podía lograr con solo imponer su casta a los demás, pero no quería hacerlo. Si iba a ser reconocido ahí donde fuera, quería que fuera por su forma de ser, no porque es un Alfa.

Así que siempre intentaba comportarse de una manera honesta y amable, ganándose muchas miradas sorprendidas en el proceso pero también había un aire de comodidad cuando hablaba con esas gentes, y lo tomaba como una victoria.

No por ser un Alfa debía ser un pendejo, ni siquiera con los más pendejos a su alrededor.

Se removió un poco y Joaquín con él, gimiendo entre sueños pero sin despertar. Joaquín se había mantenido las casi 10 horas despierto, solo durmiendo entre una hora y media o menos. Entendía el cansancio de su Omega y por eso quería apapacharlo mientras esperaban el siguiente vuelo.

Se congeló ante ese último pensamiento. 

Mi omega.

Una sonrisa tonta se le escapó sin quererlo y suspiró. Su mano bajó a la vena del Omega y la acarició con suavidad. 

Él sabía que Joaquín no le pertenecía ni de chiste pero era bonito pensarlo como su compañero, como algo más que su novio, como esa persona con la que quería compartir todo a su paso, las cosas buenas y hasta malas. 

Llevaban meses conociéndose, y casi un mes siendo novios, en unos días cumplirían su primer mes y sabía que era muy pronto, tal vez demasiado pronto. Pero podía verse perfectamente al lado de Joaquín hasta que la vida dijera suficiente.

Como le había dicho en el aeropuerto de México esa Omega divertida, podía verse durando por años. 

Podía ver pasar sus días y años así, juntos, amándose y creando cosas preciosas para ambos. Tal vez con cachorros, una casa propia con jardín y un columpio, criándolos juntos y enseñándoles los secretos de las flores... Podía verse toda una vida con Joaquín a su lado.

El Secreto de las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora