Tiempo.

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Joaquín se recostó sobre Emilio y suspiró de nuevo.

—Estoy agotado —confesó. Emilio hizo un ruido de acuerdo y lo abrazó más contra él. 

Al fin había acabado la cena y el jet lag los estaba abandonando después de horas después. 

Los abuelos, hermanos, mamá y tíos de Emilio les habían hecho una cena de bienvenida y aunque al principio Joaquín se sintió intimidado, poco a poco fue mejor. La familia de Emilio era muy divertida y escandalosa, estaban atentos a las anécdotas de los chicos y Mayra no dejaba de alabar a Joaquín por su excelente manejo ante el Concejo del museo principal. El contrato para la próxima exposición ya le había llegado y estaban terminando de afinar detalles para el siguiente año.

—Los Alfas del Concejo dijeron que mandé a mi mejor conocedor de Klimt y que eso fue lo que ayudó a aceptar el trato —dijo la Alfa orgullosa—. Y pues claro, mi cuñado es el mejor conocedor de arte y solamente fue a defender sus conocimientos. Te luciste cañón, Joaco. Gracias.

—Fue un placer. Tuve una buenas vacaciones extras, Mayra, no me quejo —miró de reojo a Emilio, quien sonrió sobre su vaso.

—Ay, cuéntanos más de Praga, cielo, por favor —le pidió Ofelia.

Emilio les contó la historia de Marie y Henry, del Castillo de Praga, haciendo a todos suspirar y sentirse algo tristes. Pero Florencia sonrió con cariño. 

—Tuvieron un final triste en esa vida, sí, pero no dudo que en las siguientes solamente tuvieron felicidad —dijo con total confianza.

Joaco se sorprendió un poco. Era más expresiva que Ofelia, pero le caía bien Florencia. Su marido era callado y se notaba la adoración por su esposa, y Joaco no dejaba de sorprenderse por ver parejas tan sanas y unidas en la familia Marcos. Pero, dedujo, ese era el secreto en ser un clan tan unido y fuerte, que había comprensión entre todos, o al menos en la mayoría, claro.

Evadieron las preguntas sobre los días que Joaco se enfermó y prefirieron seguir contando de los lugares que conocieron en Praga, afirmando que algún día volverían porque amaron el país.

—Es hermoso, sientes como si fueras parte de un sueño medieval de fantasía y nos faltó recorrer bastante aún —terminó Joaquín.

—Bueno, el próximo año tal vez puedan ir —les dijo Noelia, sonriendo con cariño. Joaco le regresó la sonrisa.

—Un viaje familiar a Praga suena bien.

Eso encendió a todos a hablar sin parar de planes para irse el siguiente año y Noelia se rió ante la mirada de su yerno, pero no pudo evitar sentirse cálida al ver a su hijo y Joaquín juntos. Esa felicidad en el rostro de Emilio era todo lo que siempre deseó para él. 

No podía pedir más.

.

Poco después la cena acabó y Emilio y Joaco pasaron otro rato en la sala hablando con los demás, hasta que Emilio empezó a cabecear y se despidieron para bañarse y al fin cambiarse de ropa a una pijama cálida y caer en la cama de Emilio, envueltos en sábanas y el calor del lugar.

—Al fin, a dormir —suspiró Emilio. Joaco se rió y se acomodó más con su compañero. Un escalofrío lo recorrió inevitablemente. 

Era tan sobrecogedor pensar en Emilio como su Compañero de vida, pero al mismo tiempo era algo tan normal que se sentía feliz.

Estaban demasiado cansados para intentar algo más, pero fue inevitable no alzarse en sus brazos y empezar a besar a Emilio con suavidad, casi con miedo. Él lo acomodó de nuevo en la cama y lo envolvió con su cuerpo y sábanas, apenas tocándose por encima de la pijama con suavidad. Los ruidos de sus labios y jadeos pequeños era lo único que prevalecía en la habitación, haciendo parte de la noche a sus suspiros.

El Secreto de las FloresWhere stories live. Discover now