Vigésimo octavo capítulo

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[Fuego con cenizas.]

El frío de la noche hacía que temblara en la cama. Ya habíamos llegado a la casa, y tan pronto llegamos entre a la habitación de Bakugo, tirándome en la cama en posición fetal, y sin taparme con la cobija. Mi cuerpo tenía espasmos por el frío, pero no quería arroparme. Las ganas de llorar no se habían ido de mi, y con cada segundo se intensificaba más ese sentimiento de melancolía, esparciéndose por todo mi cuerpo.

"— Eres una cobarde —mis cejas se fruncieron más al oír eso."

Apreté mis ojos al recordar esas palabras.

"— Siempre huyes, cada maldita vez que hablan de algo que te aterra, corres con miedo evitando a toda costa afrontar lo que te pasa —apuntó su dedo índice hacia mi— así eres tu —"

Me abrace a mi cuerpo, encogiéndome más en mi lugar.

"—Toco mi pecho— prefieres escapar por toda la vida, antes de ver tus demonios interiores a la cara y pelear contra ellos —rio de nuevo con burla."

Un pequeño sollozo salió de mi garganta, y a pesar de que tenía mis ojos cerrados, podía sentir las lágrimas acumulándose en ellos.

"— Toda mi vida viví idolatrándote, pensaba que eras la mejor, la mejor hermana mayor, la mejor amiga, la mejor luchadora —cada palabra dolía mas— pero, cuando no regresaste a la casa, me di cuenta de la realidad, y las pequeñas conversaciones que mamá y tú tenían cobraban un poco de sentido en mi —sus ojos canelas tenían rabia inyectados en ellos."

Me sentía asfixiada. Mi pecho estaba oprimido, y eso me costaba respirar. Esta sensación ya la he sentido antes, la recuerdo tan vivamente que es como si hubiese revivido lo mismo gracias a las palabras de Diana. Los recuerdos viajaban por mi mente, abrumándome más.

"— Antes... —pareció pensar si seguir hablando— antes estabas en una manada... —"

Puse mis manos en mi cabeza, con los ojos aún apretados, intentando desviar esas palabras de mi cabeza.

Maldita sea.

Quiero desaparecer. No puedo respirar. El pecho me duele, igual que la cabeza. Los recuerdos aparecen como pesadillas. Esa escena se repite una, y otra, y otra vez. No puedo más. Ya no quiero seguir así. Estoy cansada. Las fuerzas se van cada vez más de mi cuerpo, y la debilidad reina en mi. Ya no puedo fingir. No me quedan energías para seguir haciéndolo. Mis ojos arden, pero las lágrimas aún no son capaces de salir. Mis palabras rechazan la ayuda, pero mi cuerpo y mente gritan por ella.

La puerta de la habitación fue abierta, y Ashido la cerró al estar dentro junto a mi. Vio mi estado, y no le hacía falta oler mis feromonas para saber que estaba mal. Se acercó a mi, dejando caricias en mi hombro derecho, que era el único que podía tocar ya que estaba acostada de lado, impidiendo el tacto a mi otro hombro. Sentía que su mano tocando mi cuerpo cubierto quemaba. Me daba miedo el tan solo volver a encariñarme con alguien de forma de amistad o algo más.

Me aterraba el hecho de volverme a quedar sola. Así que prefería mejor acostumbrarme a la soledad para que dejara de doler.

— T/n, habla... —la voz de Ashido salió rota— déjalo ir... libérate de la carga que tienes en tus hombros —mi cuerpo seguía temblando.

[Alfas] - Bakugo y tú Where stories live. Discover now