Quincuagésimo tercero capítulo

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[No otra vez.]

El sueño que estaba teniendo se dispersó al sentir a lo lejos de mi consciencia un nuevo peso en la pequeña cama del cuarto en donde me quedaba. Me removí, despertando de manera muy leve, sintiéndome desorientada por el sueño. Un brazo me abrazo por la cintura y me apego a un cuerpo y eso hizo que despertara un poco más. Mis ojos estaban entrecerrados, tratando de enfocar la vista. Me hice más consciente de que había alguien atrás de mí y decidí voltear mi cabeza para poder ver quien era. Sus ojos y los míos chocaron por unos segundos hasta que yo decidí volver acomodar mi cabeza en la almohada.

— Mira quien está aquí... —murmuré— el desaparecido —agregue.

Me acercó más a él en el abrazo y beso mi nuca.

— Aceptaré cualquier insulto que me quieras dar —dijo.

Reí en forma de aire, irónica.

— ¿Ni siquiera vas a hacer el esfuerzo de excusarte? —pregunte, sarcástica.

— ¿Acaso serviría de algo? —debatió.

Me encogí de hombros.

— Tal vez... —respondí, aún un poco adormilada.

Se quedó callado por unos segundos hasta que volvió a hablar.

— Mi celo llegó y tuve que quedarme encerrado en mi cuarto por unos días —contesto al fin.

Su celo...

Me giré para darle la cara y él solo se dedicó a mirarme en silencio.

— ¿Tu celo? —pregunte.

Él asintió.

— Está vez me pego más fuerte, así que no pude venir a verte por... obvias razones —bajo la voz al final.

Me acerqué a su cuello y olfateé, buscando algún pequeño cambio en su olor. Me costo al principio, pero luego sentí el olor muy leve de caramelo quemado.

Mierda, ¿por qué toda su mezcla de olores me encantaba?

Admitía que el olor era muy amargo, pero me gustaba de igual manera.

— Ya pase mi celo, pero aún quedan residuos —explicó, divertido— no toques mucho esa área —advirtió, refiriéndose a su cuello.

Sonreí contra su piel, pensando en hacer alguna travesura, pero me contuve. Me aleje de su cuello y mire de nuevo sus ojos rojos.

— Está vez me ahorraré lo que estaba pensando hacer —sonreí al final.

Él rio en forma de aire.

— Eso es un milagro —me abrazo por la cintura, colocando sus manos muy cerca de mis nalgas.

Me quedé callada por un momento, mirando el color carmesí de sus orbes.

— Mi celo también llego... —comente— hace unos días... —añadí.

Los labios de Bakugo se apretaron por alguna razón.

— ¿Como lo pasaste aquí metida? —preguntó.

— Horrible, me sentía más sofocada de lo normal y aunque me masturbara no ayudaba mucho a que bajara el calor —explique— pero Midnight me dio supresores —suspire.

[Alfas] - Bakugo y tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora