Trigésimo capítulo

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[Como tú digas.]

— Mmm... —ese sonido salió al yo apretar mis labios, y removerme en la cama.

Mis ojos se fueron abriendo con lentitud, hasta que por fin pude ver algo.

Un pecho al descubierto.

Aleje un poco mi rostro de esa parte del cuerpo ajeno, y vi el rostro de esa persona.

Bakugo...

Después de la conversación de las pastillas y el happy, decidimos dejar eso a un lado para poder dormir. No tarde ni un minuto en quedar dormida gracias a las feromonas de Bakugo. Me quedé mirando su rostro, él seguía dormido. Se veía tan calmado, y fuera de preocupaciones. Me sorprendió verlo acostado en la cama, con sus brazos enrollados en mi espalda baja. Era la primera vez que se quedaba conmigo hasta que yo despertara. Subí una de mis manos hasta quedar cerca de su rostro, y cuando estuve a punto de acariciarlo, me detuve.

La aleje, y contuve el impulso de lo que quería hacer. Me quedé unos minutos mirándolo, ver su pecho bajar y subir con lentitud era casi hipnotizante por la paz que te daba. Me levante con cuidado de la cama para no despertarlo, y me dirigí al baño. Cerré la puerta con suavidad, y fui al inodoro para poder hacer pipí. Estuve en el baño unos minutos en lo que hacía mis necesidades y me levaba los dientes y la cara. Cuando termine de hacer todo lo que tenía que hacer, salí del baño. Bakugo seguía dormido, pero parecía que se había removido un poco en la cama.

Camine hacia la puerta de la habitación dispuesta a irme, pero mis pasos se detuvieron al percibir algo.

Unas feromonas aumentando para llamar a alguien.

Me giré en mi lugar, y mis ojos volvieron a ver a Bakugo. Eran sus feromonas las que se hicieron más intensas, pareciendo un llamado a una persona.

[Acércate.]

Mi alfa interior me habló, y por primera vez le hice caso. Me acerqué a Bakugo, y cuando estuve en la orilla del lado derecho de la cama, escuché un leve gruñido de su alfa interior. Rodee la cama, hasta llegar al lado izquierda de ella. Volví a meterme bajo las sabanas, acomodándome quedando cerca de Bakugo. Su rostro antes de que yo me volviera a acostar a su lado era tenso, pero al yo tocar la cama de nuevo se suavizó su mueca de molestia. Levante mi mano hasta que estuvo a la altura de su rostro, y me atreví a hacer lo que en unos minutos atrás mi subconsciente me había prohibido lograr.

Pase mis dedos con suavidad por su rostro, acariciándolo. Su cara era suave, y tersa. Nuestras feromonas se mezclaban, y el aire se hacía reconfortante a mi alrededor. Acariciaba su mejilla, y observaba con más atención su rostro. Sus párpados rasgados, y las pestañas curvadas que los adornaban que no eran ni muy cortas ni muy largas. Su nariz era perfilada, y a mi parecer perfecta. Sus cejas eran finas para ser de un chico, y fruncidas como normalmente estaban. Mis ojos viajaron hasta llegar a sus labios, finos y con un toque rojizo.

Entreabrí mis labios de manera inconsciente al pensar en los besos que Bakugo era capaz de dar con unos labios tan finos. Sus cejas se fruncieron más, y su cuerpo se removió. Aparte mi mano con rapidez, pero otra la retuvo. La mano de Bakugo volvió a acercar la mía a su rostro, aún con sus ojos cerrados. Dejó su mano encima de la mía, él mismo con levedad y creo que de forma involuntaria froto su rostro contra mi mano.

Debió ser su alfa el que hizo eso.

— ¿Desde cuando estas despierto? —pregunte, dejando inmóvil mi mano.

— Desde ahora —respondió, frotando todavía su rostro contra mi mano.

Me quedé callada, mirándolo. Después de unos cortos minutos, hablé.

[Alfas] - Bakugo y tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora