Cuadragésimo tercero capítulo

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[Tú ganaste este juego.]

Las semanas pasaban, y Bakugo y yo apenas hablábamos. Compartíamos palabras cuando era necesario, y habíamos tenido unas pequeñas conversaciones, pero nada de importancia. Había ido a comprar más pastillas a una manada lejos de la ciudad, ya que no quería ir adonde Mei, porque muy probablemente le contaría a Bakugo que le fui a comprar, y quería evitar problemas. Tampoco le pediría nada a Dabi, porque estaba el peligro de que Hawks se enterara.

En estas cuatro semanas que pasaron, en la academia a veces hablaba con Shinso, y luego otros días con Mina y los chicos. Kirishima y yo nos sentábamos en el banco que él me había mostrado, y hablábamos de algunas cosas, o en ocasiones, solo nos quedábamos callados. Hoy era uno de esos días, en el cual los dos nos encontrábamos sentados, con nuestros ojos puestos en el cielo nublado.

— ¿Has dormido bien? —preguntó, sin mirarme— tienes unas ojeras muy marcadas —añadió.

— Sí, pero en mí es normal tener ojeras —respondí, restándole importancia.

Kirishima movió su cabeza, y me miro, serio.

— Eso no es cierto, cada día están peor, t/n —discutió.

— Kirishima, no exageres —dije, cansada.

— Tú no lo minimices —encaro— te ves fatal, y cada día siento que hablas menos —suspiro— t/n, si necesitas ayuda, dilo. Sabes que Mina, y los demás te apoyarán —aseguró— y yo también —admitió.

Callé, manteniendo mis ojos en el cielo. Era cierto, el poco progreso que había hecho se había ido a la mierda. Casi no hablaba, y no era porque no tenía nada que decir, era porque me sentía cansada. El cuerpo me pasaba todos los días, me dolía respirar, o así lo sentía. Me dolía levantarme de la cama, ir a la escuela, hablar...

Vivir.

Solo intentaba quedarme en pie, sin moverme, porque sabía que si me movía, me quebraría por completo. Así que solo escuchaba, escuchaba lo que los demás decían, para así mantenerme cuerda, aunque sea un poco.

— Estoy bien, Kirishima... —dije, bajo.

El silencio nos consumió, y Kirishima se acercó a mí. Sin pedir permiso pasó su brazo derecho por encima de mis hombros, y me obligó a acercarme más a él, en forma de un abrazo.

— Te dejare en paz, porque te ves cansada, pero esta conversación no ha acabado —dejo claro.

Después de estas cuatro semanas, reí por primera vez, bajo y casi con esfuerzo.

— Gracias, Eijirou... —murmure, dejando caer mi cabeza en su hombro.

Sabía que eso le había tomado por sorpresa, pero aún así, no dijo nada.

[•••]

Todos nos encontrábamos en la casa, acomodando los platos con comida en la mesa. Los días habían sido algo pesados, sobre todo para los chicos que les importaba sacar muy buenas notas, y en esta semana habíamos tenido dos exámenes de diferentes clases. Bakugo, el cual se había ido a atender una llamada al balcón, llegó al comedor, justo cuando ya todos estábamos sentándonos en la mesa. No me inmuté cuando él se sentó en la mesa junto a nosotros, ya que me había acostumbrado a sus cosas raras, como llamadas, mensajes en plena cena, y ya me daba igual.

[Alfas] - Bakugo y tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora