Trigésimo segundo capítulo

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[¿Que le dirías tú?]

La noche había llegado y yo me encontraba acostada en la cama de Bakugo. Él todavía no había llegado a la casa, así que todo se sentía solitario. Yo no tenía nada de sueño, y me removía en la cama incómoda. Me quite la sábana de encima, y salí de la cama. Busque en mi mochila un pantalón holgado y un abrigo ancho, y me los puse. Tomé mi teléfono, salí de la habitación, y camine a la salida. Abrí la puerta, saliendo de la casa y empecé a caminar por las calles de la ciudad. No sé realmente lo que esperaba encontrar, pero sólo quería despejar mi mente.

"— Escuche rumores de que una manada nueva llegó a la ciudad, y créeme, son peligrosos —"

Una manada nueva...

Me detuve en la acera, y mire al cielo. Una nueva manada significaba nuevos problemas, y lo peor de todo era que Bakugo no entendía eso. Que se negara por completo a dejar el negocio daba a entender de que no se tomaba en serio las cosas que podrían pasar. Cerré los ojos, respirando hondo.

¿Que le dirías tú, Yo?

¿Que le aconsejarías? Quisiera que pudieras hablar conmigo por que yo no sé que decirle.

Claro que sabes que decirle, t/n.

Abrí los ojos, exaltada. Mire a mi alrededor, y luego solo dejé escapar aire por mi boca.

Estoy loca.

Reí a la nada, ya que jure haber escuchado su voz en mi cabeza. Retome mis pasos, y seguí caminando. Las calles estaban solitarias por las altas horas de la noche. Cuando iba a pasar por al frente de un callejón, alguien salió de ahí. Mis ojos y los de él chocaron, y nos quedamos en silencio. Cuando salí del trance, gruñí y lo empujé para poder seguir mi camino. Un agarre brusco en mi brazo se hizo presente, él me arrastró hasta el callejón y me estampo contra la pared.

—Gruñí— Bastardo, eso me dolió —enseñe mis colmillos, alertando mi molestia.

Se quedó callado, mirándome con sus cejas fruncidas con levedad.

—Después de unos minutos por fin habló— ¿Por que se lo dijiste? —preguntó, y aunque su voz se escuchaba neutra, sus feromonas decían otra cosa.

—Apreté mi mandíbula— Por que él lo tenía que saber —su agarre a mi brazo seguía— tal vez tú podías mentirle, pero yo no —él soltó mi brazo.

— ¿Que son ustedes dos? —preguntó, y yo fruncí mis cejas sin entender el por qué de su pregunta.

— Mejores amigos —respondí— puedes estar tranquilo, a ninguno de los dos nos interesa estar juntos —añadí.

—Me miro con recelo, y se puso la capucha de su abrigo— Tampoco es que me importe que ustedes tengan algo —enarqué una ceja.

— ¿Entonces por que preguntas, Tou-ya? —mencione su nombre con burla.

Sus ojos azules me miraron con rabia, y me estampo de nuevo contra la pared, agarrando mi cuello.

— No me vuelvas a llamar así —los dos gruñíamos, molestos.

— ¿Por que no? Es tu n-nombre —me costaba hablar por el agarre a mi cuello.

[Alfas] - Bakugo y tú Où les histoires vivent. Découvrez maintenant