Capítulo 126

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CIENTO VEINTISEIS

CIENTO VEINTISEIS

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A la mañana siguiente, Hannah despertó temprano. Había dormido en el suelo del salón junto a Ron, envuelta en un saco de dormir. Entre las gruesas cortinas se atisbaba un trocito de cielo —tenía ese azul frío y desvaído de la tinta diluida, ese azul de cuando ya no es de noche y aún no es de día— y sólo se oía la lenta y profunda respiración de Harry, Ron y Hermione. Echó un vistazo a los oscuros bultos que reposaban a su lado. Ron, en un alarde de gentileza, se había empeñado en que Hermione durmiera sobre los cojines del sofá, de modo que la silueta de ella estaba un poco más elevada que la de él; apoyaba un brazo en el suelo y sus dedos casi tocaban los de Ron, Harry dormia en el otro sofá mirando al espadar. Hannah se preguntó si se habrían quedado dormidos con las manos entrelazadas, y esa idea le produjo una sensación de extraña soledad.

La casa estaba totalmente a oscuras y sileciosa, Hannah se paseó por la casa con la luz de la varita encendida mientras hechaba un vistazo por los cuartos. Subió las escaleras hasta llegar a la habitación donde se hospedaron la primera vez que la visitaron, al entrar pudo notar que todo estaba igual como lo habian dejado la ultima vez, se acercó a un pequeño taburete que estaba pegado a la ventana, notando a simple vista una pequeñas ralladuras de garras en la madera recordando facilmente al responsable. Crott solía hacer pequeñas marcas para marcar territorio, en todas partes, 

— ¿Hannah? — se acercó Harry entrando a la habitación — ¿Sucede algo?

— No — respondió al mismo tiempo que se limpiaba una lagrima que había bajado por su mejilla — ¿Hermione y Ron aun siguen durmiendo?

—Aun duermen.

Los hermanos fueron a la habitación que fue de Sirius, viendo su interior. La habitación era amplia, y en otros tiempos debía de haber sido bonita. Había una cama muy ancha con cabecera de madera labrada, una alta ventana tapada con largas cortinas de terciopelo y una araña de luces cubierta de polvo, en cuyos soportes todavía quedaban cabos de vela de los que colgaban gotas de cera reseca. Una fina capa de polvo cubría también los cuadros de las paredes y la cabecera de la cama, y una telaraña se extendía desde la lámpara hasta lo alto del gran armario. Al entrar en la habitación, oyó un correteo de ratones asustados. 

Hannah echó un vistazo al suelo, y, como fuera ya no estaba tan oscuro, un haz de luz le permitió ver trozos de pergamino, libros y pequeños objetos esparcidos por la alfombra. Resultaba evidente que también habían registrado aquel dormitorio, aunque, por lo visto, casi todo les había parecido insignificante. Algunos libros habían sido sacudidos con suficiente fuerza para que se desprendieran las tapas, y había hojas sueltas por el suelo. Se agachó, cogió algunos trozos de papel y los examinó. Una de las hojas correspondía a una edición antigua de Historia de la magia, de Bathilda Bagshot; otra, a un manual de mantenimiento de motocicletas; la tercera era una hoja manuscrita y arrugada. Hannah la alisó.

Mi patronus ¿Una Potter? Parte I -Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora