CAP 35 CRUDA REALIDAD

640 57 105
                                    

"Cuando te miro, cuando te cruzas en mi cabeza solo puedo pensar en lo mucho que te quiero y es así, mi corazón jamás había latido más fuerte".

Steve se miró al espejo por tercera vez mientras fruncía el ceño y esbozaba una mueca de verdadero dolor. Ahora entendía que no solo se sentía como si le hubiesen dado una paliza la noche anterior sino que además lucía como sí realmente hubiese recibido una ola de golpes por todo lados. Tenía desde una nalga amoratada hasta un pequeño chichón en la cabeza.

-Demonios... ¿Tan mal me puse?

Rogers soltó un poco de aire retenido. Salió del baño con la toalla envuelta en su cintura y fue de vuelta a la habitación para colocarse la muda de ropa limpia que su desastre pelirrojo le había dejado sobre la cama hace unos minutos. El castaño tomó los calzoncillos y pants deportivos para colocárselos con algo de dificultad mientras pensaba que nunca más en su vida volvería a beber en un bar de ese estilo.

La verdad es que ya estaba viejo para esos trotes o al menos eso era lo que él pensaba. Unos segundos después alguien tocó del otro lado de la puerta de la habitación trayéndolo de regreso al aquí y al ahora.

-Ohh... Lo siento, creí que ya estarías listo.

Nat se anunció e inmediatamente se dio la vuelta para no ver nada y darle privacidad, poniéndose completamente roja hasta las orejas por haberlo encontrado sin camisa, sentado sobre la orilla de la cama. Rogers la miró incrédulo para después sonreír discretamente por su reacción tan adorable. ¿A caso no se habían estado comiendo el uno al otro durante la madrugada? ¿No había amanecido abrazado a ella mientras dormía casi encuerado a su lado?

-No me molesta, Nat... Creo que ya no hay nada más vergonzoso que el que me hayas visto hacer el ridículo anoche.

Rogers bromeó mientras ella lo miraba sobre su hombro, aún de espaldas a él. La traviesa pelirroja había dejado su pijama atrás para remplazar la por unos shorts de mezclilla algo rotos, calcetas peludas, y se había recogido en cabello alborotado con un moño alto todo mal hecho mientras que una enorme hoodie blanca cubría su cuerpo, le quedaba tan grande que sus shorts apenas y se veían. Steve aún no podía creer que luciera tan pequeñita, sexy, hermosa y encantadora sin toda esa ropa formal de oficina o maquillase. Era la mujer perfecta.

Verla en su estado más natural era maravilloso.

-Es que aún sigues siendo mi jefe y estás sin camisa.

Nat se aclaró la garganta, sabía que era estúpido lo que estaba diciendo, pero su nerviosismo solo la hacía ver como una tonta y no sabía exactamente la postura que él tendría con ella a partir de ahora. Dormir juntitos y abrazados cambiaba todo.

-Lo sé, pero también quedamos en ser buenos amigos. Creo que justo ahora somos todo menos jefe y practicante, Nat. Además ya me viste sin camisa, ya no hay nada que ocultar. -Steve sonrió tratando de aligerar el ambiente.

-Yo... Ok... Se me acabaron las excusas, tienes razón... Yo... -Ella río nerviosa e hizo una pausa.

-Yo... Te traje una cremita mágica, le ayudará mucho a tus golpes. -Nat se mordió el labio en un intento por no seguir sonriendo. Sería una completa mentirosa si dijera que se arrepentía de tener a su jefe en su habitación y sin camisa.

-Vaya, muchas gracias... Aunque... No creo alcanzarme la espalda, tal vez deba pasar a que me revise un doctor, me siento destruido. -Rogers hizo una mueca de resignación mezclado con algo de dolor.

-Yo podría ponerte un poquito... Es decir si no te incomoda... Mi tía me puso de esta crema cuando... Cuando... Una vez y fue muy efectiva.

Nat titubeó con torpeza mientras sus mejillas se enrojecían aún más. Rogers frunció el ceño algo inconforme por no escuchar su oración completa, dejó su camiseta de lado y se puso de pie para caminar hasta su pequeña y problemática pelirroja. Tomó su mano con cariño y la invitó a girar para que lo encarara.

Lღcɑʍєитє Eиɑʍღʀɑdɑ 💕Where stories live. Discover now