capítulo 2

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-¿Cómo estás con tu padre? - inquirió mi amiga.

-A penas si estuvimos hablando estos días.

No me preguntó nada más, simplemente salimos del salón en silencio. Una semana después la profesora había avisado que entregaría las notas del examen de matemática.

-¿Qué harás si repruebas este examen? 

-No quiero ni imaginarme reprobando de nuevo.

-¿Qué te sucede? – Miranda me miró con esa cara que suele poner cuando está preocupada. Bajé el rostro y me mordí el labio. Necesitaba hablar con alguien, realmente lo necesitaba. Pero no la alejaría, no podía quedarme aún más sola. Esbocé una sonrisa y la miré.

-Nada Miru, estoy bien. Vamos. – entramos al salón y me preparé mentalmente para enfrentarme al resultado del examen que me entregarían. Matemática no era mi fuerte, y no había estudiado, así que sabía lo que me esperaba. Entró la profesora con una pila de papeles en la mano. Nos saludó y comenzó a repartirlos uno por uno.

Cuando me alcanzó el mío no supe si ponerme a llorar o reírme. No hace falta decir que ese era mi peor examen desde que había ingresado a esta escuela, no quería ni imaginarme la charla que tendría con mi padre. Miré a Tony, que estaba recibiendo el suyo.

-Bien hecho Perry, debería considerar la posibilidad de ayudar a ____ para que le vaya tan bien como a usted – comentó la profesora antes de continuar con su deber. Miré a mi compañero de banco de reojo, estaba muy concentrado mirando su hoja.

-¿Cómo te ha ido Tony? – me animé a preguntar. Me miró y luego me mostró el papel que sostenía. Un nueve, increíble. Así que Tony aparte de callado era inteligente. – Bien hecho, tal vez la señora odiosa tenga razón y debas ayudarme.

-Podría haberme ido mejor, pero si eso quieres puedo ayudarte - ¿acaso estaba escuchando una voz salir de su boca? ¿Qué había pasado? Lo miré con una cara cubierta de asombro, esperando que dijera algo más. Soltó una casi inaudible risa y luego continuó. – Que no hable nunca no significa que no sepa hacerlo ___. Si quieres ayuda, puedes pedirme.

-Estás hablando conmigo– respondí medio atónita, esperé que respondiera pero él ya no me prestaba atención, había vuelto a la posición que solía tomar a cada rato: brazos cruzados, cabeza apoyada en ellos y mirada perdida en la ventana. Había intentado en vano hablar con él desde que me sentaba a su lado, nada había servido. Era la primera vez que escuchaba su voz y había arruinado el momento. 

-¿Cómo te fue? Te vi hablando con él, ¿dijo algo interesante?

-Me ofreció ayuda en matemática, me saqué un dos Miru.

-Entonces ¿por qué no aceptas su ayuda?- replicó señalando al otro lado del patio donde estábamos almorzando, justo hacia donde Tony estaba sentado, solo. Me levanté y caminé hacia él. Estaba escuchando música y haciendo tareas. Me senté a su lado y miré la hoja donde estaba escribiendo un ensayo para la clase de mañana. Clavó sus ojos en mí e intenté no inmutarme aunque, para ser sincera, su mirada me inquietaba. Es difícil de explicar, pero Tony Perry no se relacionaba con nadie más que con profesores, se sentaba solo, comía solo, estudiaba solo, hacía absolutamente todo solo. Incluso cuando me sentaron a su lado siguió haciendo todo por su cuenta a pesar de mis esfuerzos. Creo que era una de las primeras personas que se sentaba junto a él por voluntad propia, la primera en buscarlo y pedirle ayuda. 

Me quedé un rato mirando su hoja y esperando que dijera algo, obviamente eso nunca pasó. Luego de unos segundos, quitó sus ojos de mí y se enfocó en su ensayo nuevamente. 

-Oye, lo estuve pensando, y realmente me gustaría que me ayudases con matemática… si tú quieres, claro está – dejó de escribir un momento pero luego continuó. – ¿Por qué no me respondes Tony?

-Porque simplemente – susurró clavando sus inquietantes ojos en los míos – me resulta extraño que tú me hables a mí y estaba intentando entender por qué has sido amable conmigo estos días.

-Eres mi compañero de banco, simplemente por eso. Además, te ofreciste a ayudarme, por eso estoy aquí. No estoy insinuando que seremos amigos ni mucho menos, sólo estaba siendo buena compañera y como necesito ayuda y tú te ofreciste, vine a aceptarla. Pero si no quieres no tengo problema, puedo encontrar a otra persona que me ayude. 

Bajó la mirada en gesto triste, él era el que estaba siendo grosero conmigo, pero debo admitir que me dio lástima y no quería verlo así y menos por mi culpa.

-Ya, lo siento, ¿de acuerdo? No quise decirte eso pero a veces eres grosero y odio a las personas groseras. Ya me voy, siento haberte molestado – me paré y comencé a caminar hacia donde estaba mi amiga.

-No espera – Tony se levantó y me tomó por el brazo para evitar que me alejara - lo lamento. Nos veremos mañana si quieres, en biblioteca, ¿te parece? 

Me solté bruscamente pero luego me maldije por no haber intentado disimular. –Perdón… odio que me toquen… - esa fue la mejor excusa que se cruzó por mi estúpida mente en ese momento. Sonreí, intentando desviar sus pensamientos de lo que acababa de pasar. – De acuerdo, nos vemos mañana. Luego de clases. 

Intenté alejarme de él lo más rápido posible, sin siquiera esperar su respuesta. Para mi suerte, tocó el timbre y mi huida desesperada quedó disimulada. Dos horas más tarde, ya estaba volviendo a mi casa, rogando a Dios que mi padre no hubiera llegado del trabajo. Mamá, que era la que solía protegerme de los enojos de papá, se había mudado con un hombre dos años atrás, luego de su divorcio, y se había olvidado completamente de mí, ni siquiera me llamaba. ¿Quién era la que recibía los gritos ahora? Yo, por supuesto. 

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