Capítulo 23

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-Realmente lo quieres, ¿cierto? – Agaché la cabeza para no tener que verle los ojos. – Simplemente dile. No pierdas tiempo, dile que lo quieres.

-Pero y si… - fui interrumpida porque, repentinamente, unas estruendosas risas comenzaron a oírse desde el salón. Miré a mi amiga, extrañada. Se paró de un brinco y ambas salimos apuradas por la puerta.

Me encontré con la que creo que fue la escena más triste que había visto. Sentí como un nudo se formaba instantáneamente en mi estómago. Mucho más fuerte que el provocado por los nervios que había sentido toda la semana.

Había una multitud, congregada en donde antes habían estado bailando, formando una ronda. Dispersos por todo el resto del lugar, había grupitos de personas hablando y riendo a carcajadas. En el centro de esa ronda, estaba Tony, tirado en el suelo y cubierto de pintura. A unos pasos, se encontraba Nick, con su siempre presente sonrisa de lado. Lucas, fuera de la ronda, estaba machado con la misma pintura; sus ojos llenos de rabia miraban en dirección al círculo de gente. Tanto Miranda como yo, estábamos atónitas.

Cuando por fin logré recobrar la consciencia, salí corriendo hacia allí. Intentaron frenarme, pero los empujé y logré pasar a través de ese muro de gente. Tony giró su rostro hacia mí. Me lo quedé viendo, inmóvil donde estaba y todos volvieron a reír. Me paré firme y caminé hacia él, ayudándolo a que se levantara. Después de haberse parado, me lanzó una mirada triste, se dio la media vuelta y caminó fuera de aquel tumulto de gente. No dijo nada, simplemente se fue. Volteé para poder mirar a Nick. Aguantaba la risa como podía. Clavé la mirada en sus ojos, sin parpadear siquiera. ¿Debía golpearlo en la cara o en el estómago? Ese era mi dilema.

-___ - llamó Miru, abriéndose paso por entre aquellas personas que me miraban. Habían dejado de reírse. Decidí no hablar; decir algo habría sido totalmente inútil. Fui hacia donde estaba mi amiga, ahora acompañada por Lucas y los tres nos marchamos.

Salimos de ese lugar, cerré los ojos y respiré hondo, dejando que la fresca brisa nocturna invadiera mis pulmones y los vaciara de aquel vicioso aire que había en el salón. Volví a abrir los ojos y miré para todos lados pero no logré ver a Tony.

Quería ver cómo estaba y escuchar qué había pasado, así que me despedí de mis amigos, a pesar de que insistieron en acompañarme, y caminé hasta la casa de Tony. Toqué la puerta y me abrió su madre. Su rostro reflejaba preocupación, tristeza, desesperación: una mezcla de sentimientos horribles, más si estaban todos juntos. Me dejó pasar, avisándome prácticamente en un susurro que su hijo estaba en el cuarto.

No lo encontré allí, sólo vi su ropa manchada, hecha un bollo y tirada en el piso. Fui hasta el baño donde, con la puerta abierta, intentaba quitarse la pintura del pelo. Me quedé parada a unos pocos pasos de distancia.

Notó mi presencia y apagó el agua con la que, en vano, trataba de limpiar los restos que aún teñían su cabello. Me miró fijo, sin expresión alguna en el rostro. Tomó una toalla y comenzó a secarse un poco. Mi cabeza intentaba razonar qué sería lo más sensato para decir. 

-Tony… ¿qué… qué pasó? – las palabras salieron apenas más fuertes que un suspiro. No respondía, sólo me miraba. - ¿No me dirás?

-Supongo que ya conoces la historia bastante bien como para que encima te la tenga que contar yo.

Pasó junto a mí y, con un leve empujón, me corrió del camino para poder ir a su cuarto. Su frialdad chocaba conmigo; no entendía el porqué de su actitud. Lo seguí hasta su habitación, pero se había encerrado y no quería dejarme pasar.

-Tony ¿qué pasa? ¿Por qué no quieres hablar conmigo?

-De hecho, ___, - respondió abriendo la puerta  y llamándome por mi nombre completo, como hacía cuando éramos completos extraños - no hablaré contigo nunca más. Ahora, ya es tarde, tengo sueño y apuesto a que mi madre también. Agradecería que te marcharas y nos dejaras descansar – dicho esto, cerró la puerta en mi cara sin siquiera esperar una respuesta y vi cómo se apagaba la luz por la pequeña rendija. Me quedé allí, con la cabeza apoyada en la puerta, sintiendo mis lágrimas rodar por mis mejillas.

Por un momento, sentí que todo se caía a mí alrededor, mi mundo, mi felicidad, todo. ¿Qué había hecho yo para que todo terminara así? No lo sé. Sólo me quedé allí, parada, intentando reaccionar de alguna manera. Pero no quería, no podía alejarme de ahí. Sentía que eso sería aceptar una despedida. La más triste que había tenido en mucho tiempo.

Perdí la noción del tiempo pero recuerdo claramente que la madre de Tony se acercó a mí con una pila de pañuelos en la mano y me llevó al comedor. Me habló un rato para tranquilizarme y luego me acompañó a mi casa.

-Lamento que todo haya terminado así – mencionó cuando ya habíamos llegado a mi casa. Me abrazó durante unos segundos y se alejó, con un tímido gesto de cariño asomando en su cara ¿Terminado? – Gracias por haber ayudado tanto a mi hijo.

Se marchó, llevándose parte de lo que antes podría haber llamado ‘’felicidad’’, de lo poco que me quedaba. Entré a mi casa e, ignorando completamente a mi padre, fui a encerrarme a mi cuarto. Me senté en mi cama y poco a poco comencé a llorar de nuevo. Después de todo, la actitud de Tony había sido clara. Terminado. 

Permanently yoursWhere stories live. Discover now