Capitulo 17

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No estoy segura de cuánto tiempo duró ese beso, ni cuánto tiempo me quedé acostada a su lado. De hecho, era difícil tener noción del tiempo cuando te quedas dormida.

Me despertó una pequeña sacudida de mi brazo. Al abrir los ojos, el rostro de la madre de Tony estaba sobre mí. Me regaló una cálida sonrisa: parecía contenta de vernos allí.

-Querida, levántate. Lamento despertarte, pero ya es tarde. ¿Quieres quedarte a cenar? – asentí sin pensarlo mucho. Quería prolongar mi estadía lo máximo posible, aunque papá fuera a enojarse luego, supuse que valía la pena. La mujer volvió a sonreírme. – De acuerdo, la cena estará en unos momentos, despiértalo.

Se fue sin más. Entonces me dediqué a mirar a Tony. Se veía adorable dormido. Aún mantenía apretada mi mano, no se había movido ni siquiera un poco.

Apoyé mi cabeza en la mano que tenía libre y continué observándolo durante un rato. Solté mi mano lentamente y le acomodé un mechón negro que cubría su oreja para dejar a la vista aquel bonito expansor. Ni siquiera si inmutó. Probé con zarandear su hombro, sin que los resultados variaran demasiado.

-De acuerdo Tony, si tienes el sueño tan pesado, yo me pondré pesada contigo – me incorporé un poco y me acosté sobre él. Luego de esperar unos segundos, sentí como me rodeaba con sus brazos. Sonreí, con el rostro oculto en su cuello. – Eres un dormilón, Antonio.

-Acabas de llamarme Tony. ¿Te gusta torturarme? – comentó, besando mi cabeza.

-¿Estabas despierto? – pregunté pretendiendo estar molesta.

-Sí. Quería ver qué harías conmigo – Tony tierno hacía presencia nuevamente. Me obligué a levantarme, ya había pasado bastante tiempo desde que su madre me había avisado que la cena estaba casi lista. Lo ayudé a incorporarse y ambos fuimos al comedor. Su madre nos esperaba con la mesa servida y sonriente.

-Vaya que durmieron mucho. Llegué a las 8 y ya estaban dormidos, ¿ha sido un día agotador, cierto?

Tony asintió, un poco avergonzado de que su madre hubiera presenciado aquella situación. Pero a ella no parecía importarle en lo absoluto. Es más, parecía disfrutarlo. Hablamos todo el rato, parecía agradarle tanto como ella a mí. Tony nos miraba como diciendo ‘’las mujeres hablan mucho’’, pero no se quejó.

Cuando acabamos de comer, Tony me decidió acompañarme a mi casa. Me despedí de su madre, quien me obsequió un dulce abrazo, y luego salimos. Como al salir estaba más fresco que en la tarde, Tony hizo el típico gesto de las películas románticas que a Miranda le gusta mirar: colocó su chaqueta sobre mis hombros. Puso su brazo alrededor de mis hombros y no lo movió en todo el camino. Tampoco hablamos, yo por mi parte me encontraba demasiado cansada como para abrir la boca y me conformaba con sentir su presencia junto a mí.

Al llegar, besé su mejilla a modo de despedida y me dispuse a entrar a mi casa. Cuando intenté alejarme, tiró de mi mano para acercarme a él. Apoyó su cabeza en mi frente y sonrió.

-¿No me darás un beso de buenas noches? – susurró. Reí por lo bajo antes de darle el gusto y besarlo. Le devolví la campera y abrí la puerta de casa. – La campera te quedaba mejor que a mí.

Mencionó mientras se la colocaba, daba media vuelta y se alejaba caminando. Entré y fui a buscar a mi padre, para encontrarlo sentado, leyendo un libro en el comedor. Cuando cerré la puerta detrás de mí, una sonrisa se dibujó en su rostro.

-Linda despedida le has dado a Tony, ¿verdad? – comentó con una mirada pícara en el rostro. No le di importancia y me fui directo a la cama. Ya era muy tarde y había sido un día agotador.

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