Capítulo 56

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Hola, vengo a aclarar que este capítulo (probablemente el que siga también) están narrados por Tony. Si en algún momento vuelve a narrar él lo voy a aclarar con su nombre entre rayitas ok? Eso, gracias por leer y paciencia que falta poco para el final :')

- Tony -

Sentado en la puerta de la cabaña que alquilamos en la playa, no encontraba otra forma de distraerme que no fuera tocando algunos acordes en la guitarra. Lo lindo de aquel lugar, era que mientras lo hacía podía mirar el mar. Sus movimientos me calmaban, despejaban mi mente.

Me gustaba poder tomarme un rato para no pensar en nada, pero Jean siempre acababa interrumpiéndome porque se aburría. Odiaba dejarla sola pero era algo que necesitaba. De todas formas, a ella parecía no molestarle que me alejara durante un rato, siempre supo darme mi espacio.

La quería muchísimo y siempre había disfrutado pasando tiempo con ella; después de todo, siempre fue y sería la persona que más me conocía. Sólo hay una cosa que no sabes de mí, Jeanny…

-Tony, ¿vamos a caminar un rato? Hay poca gente en la playa. – Dejé mi guitarra a un lado y tomé su mano cuando, vestida con un bonito vestido verde, salió para encontrarse conmigo.

-Claro, te invito a tomar un helado – su radiante sonrisa me deslumbró, y me dieron ganas de hacer lo que fuera con tal de mantenerla en su rostro. Comenzamos a caminar cuando el sol ya casi estaba totalmente escondido y las primeras estrellas eran visibles. Eso me gustaba de los lugares alejados, podían apreciarse las estrellas con mayor claridad.

-Odio esta ciudad - chilló, refregándose el rostro con ambas manos. – Mira el cielo, ¿cuántas estrellas puedes contar?

-No sé de qué te quejas, pueden verse varias. Podríamos contarlas en cuestión de minutos, sólo hace falta enfocar bien la…

-¡Ese es el problema! – refunfuñó, estirando los brazos en señal de indignación. – No deberíamos poder contarlas tan fácilmente.

Reí ante aquel recuerdo de mi… amiga y una sonrisita se me escapó al recordar mi promesa. Algún día te llevaré lejos y al ver el cielo, no podrás empezar a contar las estrellas que ya perderás la cuenta.

-¿Qué sucede? – preguntó mi esposa, mirándome intrigada. Me acerqué y la besé, para luego separarme y perderme en ese par de ojos que me miraban.

-Nada, sólo un viejo recuerdo.

Cuando regresábamos a la cabaña, ya estaba completamente oscuro y la playa estaba totalmente vacía. Decidimos sentarnos en la orilla un rato. Jean comía su helado muy feliz y yo no podía evitar reír al ver cómo se le derretía, cayéndosele de las manos.

Nos cansamos de mirar el mar durante tanto tiempo, ya se nos habían agotado los temas de conversación así que optamos por regresar y cenar. Adoraba pasar tiempo con ella, sí, pero había veces en las que simplemente todo se sentía muy vacío. Al menos para mí.

Al principio no era así, los primeros años con ella lograron llevarse la sombra que ___ había dejado. O por lo menos la habían ocultado. Estaba agradecido por todo eso pero ya hacía tiempo que me parecía que todo esto era estúpido y sin sentido. Ella estuvo para mí durante más de diez años y yo, ¿qué le había dado a cambio? “Pareciera ser que te casaste con ella para devolverle un favor, Tony”, me había dicho Mike una vez. Desde ese momento que la duda había carcomido mi cerebro, nunca había pensado las cosas desde ese punto de vista. ¿Realmente la amaba? Nunca estuve seguro de amar a nadie. En realidad…

Sacudí mi cabeza intentando alejar esos pensamientos de mí. Los había mantenido lejos mucho tiempo como para dejar que justo ahora me invadieran. Era feliz y quería aprovechar eso. Sin embargo, con cada sonrisa deslumbrante de ella, un agujero se formaba en mí y sentía… que no debería ser ella a quien yo viera sonreír. Hubo otra sonrisa que había invitado a mis ojos a mirarla, pero soy el responsable de que desapareciera.

Dejé el plato de comida por la mitad y me levanté, ya cansado de tantas emociones. Me excusé con que tenía sueño y me fui a dormir, evitando mirarla a los ojos. No era la primera vez que estas sensaciones se hacían presentes y estaba seguro de que con un poco de oscuridad y unos auriculares con música podría volver a echarlos de mis pensamientos, como tantas otras veces.

Me levanté al otro día y permanecí largo rato mirando el blanco techo. Me giré y abracé a Jeanny, pero no se despertó así que salí al porche, llevando la guitarra conmigo.

Era extraño, pero aún no lograba espantar los recuerdos de ___. Tenía una maravillosa esposa, y sin embargo, me daba igual. La conversación que tuve con Miranda el día que le avisé de mi boda empezó a revolotear en mi cabeza:

-Le pedí matrimonio a Jean.

-¿Qué? ¡Estás siendo tan terco como ___! ¿Por qué ninguno me escucha nunca? – dio un pisotón al suelo y me lanzó una mirada asesina. Iba a replicar pero no tenía sentido, no con Miranda.

-Se supone que soy yo quien tiene que estar feliz, pero me gustaría que me apoyaras.

-Dime, ¿de verdad vas a ser feliz con Jean o lo haces porque crees no tener otra opción? Si eres capaz de mirarme a los ojos y decirme que serás feliz, te apoyaré.

¿Por qué me estaba pasando esto a mí? ¿Por qué cuando todo parecía ir estupendamente bien mi memoria se ponía en mi contra? Creo que en parte lo peor de todo eso era saber que Miranda había tenido razón. No creía poder ser feliz estando con Jean, mi lugar estaba en otro lado.

Mientras mis dedos tocaban las cuerdas con cuidado, una imagen de ___ se fue formando ante mis ojos. Estaba sonriendo, como cada vez que se compraba un nuevo libro o un lindo vestido. Tenía los ojos achinados a causa del sol, lo que la hacía adoptar una tierna expresión. Su pelo, recogido en una coleta, reflejaba la luz de la mañana y su vestido resaltaba su cuerpo.

Sonreí levemente mientras observaba cada detalle suyo, hasta que se esfumó. Si hubiera sido real, me habría parado y habría corrido para abrazarla. Necesitaba sacarla de mi cabeza y sentirla cerca de mí, aunque sólo fuera para un último abrazo. Escucharla decir que me ama, tan sólo una vez más, abría calmado esos molestos pensamientos. Ella siempre se las arreglaba hacerme sentir bien.

Supongo que mentía al decir que Jean era quien mejor me conocía, nunca me abrí tanto a una persona como lo hice con ___.

De repente, me dieron ganas de pegarme a mí mismo, de darme una paliza. La dejé ir. La dejé ir por segunda vez. Cerré los ojos y apreté los párpados, tan fuerte como pude. No entendía por qué seguía pensando en esas cosas, hacía mucho tiempo había renunciado a ella. Pero aun así, al reencontrarnos, fue como volver a tener 16 años y eso me permitió revivir cada una de las cosas que había sentido con ella.

Comencé a tocar los acordes de una canción que Vic había escrito hacía mucho. Me gustaba porque hablaba del amor de un hombre hacia una mujer, un amor que dura a pesar de todo. En cierto sentido, ponía en palabras los pensamientos que pasaban por mi mente desde aquel estúpido baile donde me había separado de la única mujer que… la única que había amado, bajo todos los conceptos que la palabra “amar” implica.

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