Capítulo 11

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Básicamente, él fue el que se encargó de cocinar mientras yo me quedé sentada en la mesa, malhumorada. Cada tanto él me lanzaba una miradita, pero luego continuaba su labor, hablando a cada rato sobre lo rico que olía todo o lo callada que estaba.

-Te ayudaré Tony, eres muy lento y muero de hambre – me acerqué y lo empujé con un ligero golpe de mi cadera. Rodeó mi cuello con los brazos y se dejó caer sobre mí, tirándome hacia abajo. Intenté meter la bandeja con la masa al horno, y cuando hube terminado, me dejé caer con él. – Eres pesado, Tony.

-Tú eres una malhumorada – me rodeó con sus brazos y me apretó. – No te enojes conmigo. 

-No me enojé, pero si no me dejas levantarme, se quemará la comida – hizo un movimiento extraño y terminó sobre mí, yo pegada al suelo. Apoyó frente en la mía y puso cara de perrito.

-Si tanto querías un beso, me lo hubieras pedido – rodeé los ojos, no quería saber qué tan obvia había sido hacía un rato. 

-Pues claro que quiero, Tony, creí que era obvio – la expresión que puso en su rostro fue inolvidable. Me empecé a reír estruendosamente. Aproveché su momento de sorpresa para besarle la nariz. Lo alejé de mí y me levanté. Saqué la pizza del horno y la coloqué sobre la mesada, luego me giré y lo miré.

Él seguía acostado en el piso, había puesto sus brazos debajo de su cabeza, y me miraba con una expresión indescifrable. Sonrió de costado pero unos segundos después, se paró y se acercó a mí. Apoyó las manos en la mesada, detrás de mí, y acercó su cara a la mía todo lo que pudo, sin quitar esa sonrisa.

-Me la pagarás, __, te lo aseguro.

Después de su amenaza, nos sentamos a cenar. Fue extraño, en parte, pues pareció como si nada hubiera pasado, pero por otro lado, cada tanto la mirada de Tony me indicaba que no había olvidado aquellos sucesos. 

Al final de la cena, vimos unas películas, esta vez sí las eligió Tony, podía llegar a ser una persona muy insistente y me forzó a elegir una cualquiera del montón que tenía mi padre clasificadas como ‘’Terror’’. 

-Uh, ¿justo esa debías elegir? 

-Si no puedo dormir hoy, será por tu culpa.

No hace falta que aclare que nunca había visto una película de terror y la primera vez no fue nada grata. Pasé la mitad del filme tapándome los ojos, y la otra mitad, rodeando mis rodillas con mis brazos a manera de protección. Tony me observaba divertido, pero realmente no entiendo qué era tan gracioso: yo estaba sufriendo mucho y todo era su culpa.

-Espero estés contento, parecías divertirte mucho mientras yo sufría – le reproché mientras tomaba mi pijama. Estaba apoyado en el marco de la puerta de mi cuarto, así que giré para verlo. Colocó su sonrisa tierna en su boca, sin dejar de mirarme.

-Supongo que ya me voy a mi casa, __ - mencionó. Al ver que no me movía, frunció el ceño y estiró los brazos hacia mí. - ¿No me saludarás? 

Negué con mi cabeza exageradamente. Él puso su cara de perrito de nuevo y su ternura venció a mi corazón. Fui hasta donde estaba y lo abracé. 

-¿Por qué no te quedas hasta el lunes? – rogué. – No quiero quedarme sola todo el fin de semana.

-Pero __, yo debo…

-Por favor Tony – repliqué imitando su carita de animal triste. Lanzó una pequeña risa y me besó la frente.

-De acuerdo, me quedo hasta el lunes. Déjame ir a avisarle a mi madre.

Mientras lo esperaba, me cambié de ropa y me metí en la cama, y me puse a mirar el techo. Me quedé pensando en todo lo que habíamos hecho durante el día, en mi padre y en Miranda. Comencé a quedarme dormir, hasta que Tony se sentó a mi lado y se acostó sobre mi panza.

-¿Ya te irás a dormir? Qué aburrida eres.

- Hicimos demasiadas cosas hoy, todavía me duele todo el cuerpo.

-Si te vas a dormir ahora está la posibilidad de que la cosa rara de la película venga a buscarte – lo fulminé con la mirada pero él no pudo verme.

-Bueno, iré a cambiarme, dormir con la ropa ayer fue muy incómodo – se levantó, apoyándose en mi pierna, lo cual hico que chillara. Estaba toda magullada gracias a la caída de esta tarde. Me lanzó una mirada preocupada y le sonreí para tranquilizarlo. - ¿Qué tienes?

-Estoy magullada gracias a la caída, nada grave. 

-¿Puedo ver…? – lo miré tímida, pero asentí con la cabeza. Con cuidado levantó la frazada y después el pantalón de mi pijama para dejar a la vista una serie de moretones de todos los colores. Me tocó con la punta de su dedo, ante el contacto con su fría piel, me estremecí. 

-No sé si alarmarme más por los moretones multicolores o por la cantidad de cortes. Por favor dime que son viejos – desvié los ojos de su mirada.

-Son de la última discusión con mi padre – colocó la palma de su mano en mi muslo, cubriendo casi todos los cortes, y con la otra, tomó mi mano.

Levanté la mirada para fijarla en la suya. Luego de un largo rato, comenzó a volverse difícil mantener aquel intercambio. Los segundos parecían interminables, era difícil decir si habían pasado cinco minutos o una hora. Mi cerebro estaba hecho un nudo de pensamientos incoherentes que no podía descifrar cuál era el hechizo que Tony había lanzado sobre mí. 

Sentía todo el cuerpo duro, no podía moverme. Intenté descifrar los pensamientos de Tony a través de sus expresiones, pero la verdad era que sólo él podía hacer eso. Intenté mantener aquella conexión que se había formado entre nuestras miradas, pero no pude. Terminé bajándola mientras sentía que mi rostro se volvía rojo. Escuché que una corta risa se le escapaba por entre los labios y me animé a mirarlo de nuevo. Se acercó a mí y apoyó su frente sobre la mía. Después puso su nariz sobre la mía y comenzó a moverla lentamente, prácticamente repitiendo la misma situación de hacía un rato. 

-Te dije que al hacer eso me llenas de cosquillas, Tony – susurré como pude. Me sentía totalmente hechizada, como si hubiera alguien dentro de mí que actuara en mi lugar. 

-Dejaré de hacerlo si quieres – respondió, en un susurro a su vez. – No quieres eso, ¿verdad? 

Me sorprendí a mí misma negando con la cabeza. Me obligué a cerrar los ojos, tan fuerte como pudiera, para poder recuperar mi conciencia o tal vez desaparecer. Al volver abrirlos noté con frustración que seguía metida en la misma situación de antes.

-¿Qué estás haciendo conmigo, Tony? – volví a escuchar su linda risa. Soltó mi mano y la ubicó detrás de mí cuello, para acercarme más a él. Esta vez no se me hizo rogar. Efectivamente, puso sus labios sobre los míos. Tony Perry, el chico raro, el chico callado, ‘’Señor Silencio’’, me estaba besando a mí, la chica de los cortes, de la familia rota, la que se había quedado sola, la deprimida. Una pareja demasiado imperfecta. 

Alejé aquellos pensamientos de mi mente y sonreí. No me importaba, sólo me sabía que estaba besando a una de las personas más importante para mí, eso era todo. Tomé su rostro para asegurarme de que se mantuviera allí.

Cuando nos separamos, pude ver una sonrisa en su rostro. Me dejé caer sobre la almohada y él se acostó sobre mí. 

- Lo mismo que tu me estás haciendo a mí, ___. 

Así nos quedamos largo rato. Era tan hermoso estar cerca de él. Lo rodeé con mis brazos para mantenerlo cerca. Tuve que dejar que se levantara para que pudiera ponerse algo más cómodo para dormir. Me hice un ovillo mientras lo esperaba, pues había frío. Minutos más tarde, sentí como se metía despacio en la cama y me abrazaba. Me di vuelta para poder tenerlo de frente, y me pegué más a él para sentir su calor. En su rostro había pintada una sonrisa prácticamente de oreja a oreja, que no se decidía entre tímida o emocionada y sus ojos no se movían de mí. De esa forma me quedé dormida rápidamente, abrazada a la persona que más quería.

Aunque mi cabeza aún no había caído en lo que estaba pasando, mi corazón estaba emocionado y feliz por toda esa situación.

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