Capítulo 33

856 66 0
                                    

Demonios, estaba llegando tarde nuevamente. Tomé las llaves, antes tiradas sobre la mesada de la cocina, y me dispuse a salir por la puerta. Justo antes de cerrarla, recordé algo.

-¡Miranda! – grité, sin respuestas. Me dirigí apurada a su habitación, ordenada como siempre, pero vacía. Rodeé los ojos al recordar la llamada del día anterior. ¿Cómo olvidé que se había quedado con su novio? Ni modo, ahora debía preocuparme por la hora.

Salí y cerré la puerta. Corriendo, bajé las escaleras, vaya día para que no anduviese el ascensor. Paré un taxi y le indiqué la dirección, siendo bastante específica al pedirle que se apurara.

El auto avanzó por las calles pero yo ya iba con media hora de retraso. Cerré los ojos un momento y recé a Dios que sólo me regañaran. Llegué al enorme edificio y entré casi corriendo por la puerta. Subí al ascensor, consciente de que un grupo de personas me miraba extrañada luego de que prácticamente los empujé a todos para pasar. La pantallita ubicada a la altura de mi ojo mostró el número diez y las puertas se abrieron. Una o dos personas se bajaron conmigo.

Caminé entre los escritorios hasta encontrar el mío. Mi compañera estaba allí, escribiendo cosas en la computadora. Cuando me vio, abrió la boca para decir algo pero una voz detrás de mí la silenció. Mordí mi labio y preparé una excusa mentalmente mientras volteaba para encontrarme cara a cara con mi jefe.

-Llegas tarde, por tercera vez en la semana – me reprendió, brazos cruzados en el pecho y mirada seria. Comencé a balbucear la mejor excusa que se me había ocurrido pero, levantando su mano, él me calló. – No aceptaré alguna de tus excusas nuevamente. No hubo una semana en la que no llegaras tarde. Estás despedida.

Miré a Natalia, quien me observaba nerviosa. Hacía ya medio año que trabajábamos juntas y era divertido trabajar con ella, incluso me cubría cuando llegaba tarde. Le sonreí para tranquilizarla.

-De acuerdo, lo siento. Re cogeré mis cosas – fue lo único que dije. Mi jefe o… ex-jefe se marchó y yo me senté junto a mi compañera. Comencé a guardar las pocas cosas que tenía sobre el escritorio. – Supongo que eso es todo, Nati. Gracias por soportar tantos meses conmigo.

La abracé y me levanté. Me había costado encontrar ese trabajo pero difícilmente podía decir que lo disfrutaba. Paralelamente estaba cursando los últimos años de mi carrera, me había enfocado en la literatura y ¿qué mejor forma de prepararse para el futuro que empezar practicando en una editorial? Aunque no resultó ser nada de lo que esperaba y claramente yo ya no tenía más ganas de seguir yendo a ese aburrido lugar. Me despedí de Natalia y salí de las oficinas.

Ahora debería encontrar otro trabajo y no sabía por dónde empezar. Caminé hasta mi departamento, no quedaba tan lejos de allí después de todo.

Al llegar tiré todas mis cosas sobre una silla y me recosté en mi cama. Tantos años y esa seguía siendo la mejor forma de calmarme: saltar a la cama, cerrar los ojos y respirar.

Pasó un rato y fui a la cocina para hacer algo de comer, salir sin desayunar no era la mejor forma de llenar el estómago. Almorcé sentada frente al televisor, todavía no tenía ganas de tomar el diario o fijarme de internet nada que tuviera que ver con un trabajo. Por eso mismo, desperdicié mi día viendo tele y leyendo uno de los tantos libros que aún no había terminado.

A eso de las seis, Miranda abrió la puerta y me vio tirada en el sofá, con un libro nuevo. Cerró la puerta de golpe, asustándome. Yo siempre llegaba más tarde que ella.

-¿Se puede saber que estás haciendo tirada patas para arriba? – preguntó mientras se lanzaba sobre mí. Corrí su pelo de mi boca mientras intentaba no ahogarme en mi propia risa.

-Pues, me despidieron, así que pensé que estaría bueno poder leer un poco.

-¡___! ¿Cómo que despedida? Apuesto a que volviste a llegar tarde – asentí levemente, escapando de su mirada de reproche. – Deberás buscar otro, no puedo sostenernos yo sola, lo sabes.

-Tranquila, conseguiré uno, sólo me tomé un día de descanso. Creo que le pediré ayuda a Nati, conoce mucha gente y blablabla.

Me abrazó y me invitó a salir a comer esa noche. Bueno, no a salir, iríamos a la casa de su novio. A veces era muy desesperante que se apegara tanto a la gente, pero él cocinaba rico así que acepté. Era viernes, así que invité a Natalia conmigo. Como trabajaba y estudiaba, casi nunca tenía tiempo de ver a nadie que no fuera alguno de ellos tres.

Permanently yoursWo Geschichten leben. Entdecke jetzt