Capítulo 41

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Aaron estuvo feliz de escucharme hablar durante media hora pero llegó un momento en que se aburrió y me interrumpió.

-¿Prefieres ir a mi casa o a la tuya? – ansiosa, respondí que extrañaba su cama grande y fría. Pareció agradarle la respuesta, así que pasó de largo mi edificio y continuó hasta el suyo, cinco cuadras más adelante.

Una vez allí, lo primero que hicimos fue sentarnos y comer. Mi apetito necesitaba algo más que una simple porción de torta para ser saciado. Lo miré y sonreí, mientras buscaba algo con qué alimentarme.

-Así que cuéntame, ¿tú sí conocías a Tony? – asentí un poco ruborizada. Había olvidado ese pequeñísimo detalle. – Dime cómo se conocieron.

Nuevamente, me vi forzada a contar la historia. Esta vez, reservé muchos más detalles de los que le había contado a Annabeth. Me escuchó atentamente, lleno de curiosidad, se le notaba en el rostro.

-Eran buenos amigos, ¿por qué de la nada se separaron? No hablaron en el casamiento, ni siquiera se miraron.

-Un malentendido nos volvió dos extraños hace casi diez años. Ya podemos dejar de hablar de Tony – sentencié, cansada de esa conversación. Me acerqué y lo besé, Tony era mi pasado, quería que Aaron fuera mi futuro.

Al día siguiente, él me levantó acariciándome el rostro:

-6.30 pequeña, hay que levantarse – susurró, provocando que una risita saliera de mi boca. Esto era mucho mejor que despertarse escuchando alarmas desesperantes.

Hice lo que debía hacer tan rápido como pude, Aaron me había dejado dormir media hora de más y ahora llegaría tarde. Me miraba divertido mientras corría por toda la casa, sin notar la preocupación que sentía.

Llegué cinco minutos antes, porque fue tan gentil de llevarme en auto (en realidad, me hizo rogarle y tuve que besarlo, tirarme al suelo y colgarme de sus piernas para que aceptara de mala gana).

Annabeth me saludó cariñosamente y me dirigí a mi escritorio. Mi jefe estaba sentado en la silla blanca, esperándome. Puso ese gesto amable característico de él y me preguntó si el tema de las cartas estaba listo. Asentí, comunicando que sólo me faltaba mandar los resúmenes por fax.

Me enfoqué en eso hasta que noté que me observaban. Me di vuelta en mi silla giratoria (sí, tenía mi propia silla con rueditas y giratoria) para ver a Tony mirándome desde un escritorio a pocos pasos del mío. Sonrió y me saludó con la mano, lo imité y volví a mi trabajo. Minutos más tarde, se sentó a mi lado con varias de sus cosas. No dijo nada así que, en lugar de mirarlo extrañada, decidí echarle mi mirada acusadora, siempre había servido con él.

-Tu mirada molesta ya no me hace efecto – comentó mientras se instalaba. Ofendida, crucé los brazos en mi pecho.

-Hizo que hablaras, algo de efecto debe tener – rio levemente y me dedicó una larga mirada.

-Me instalaré aquí, ¿verdad que me dejarás compartir escritorio contigo? Mi compañero es muy pesado y no deja de hablar.

-Por supuesto, claramente yo no diré palabra alguna en todo el rato – me regañó con sus ojos y luego comenzó a reír. Bueno, entonces Tony sería mi nuevo compañero porque así le había pintado ese día. Por mí, adelante.

Mandé el fax con las cartas seleccionadas y me llegó, en respuesta, lo que debía hacer a continuación. Me puse a hacerlo inmediatamente, sin decir palabra para no molestar a mi nuevo acompañante de escritorio.

-Ya es aburrido tanto silencio, ___ - mencionó lanzando la lapicera a mi rostro. Llevé mi mano al lugar donde me había golpeado y fingí dolor. Me miró preocupado y comenzó a disculparse, hasta que notó mi media sonrisa y golpeó mi hombro suavemente.

- Mal por ti. Tú querías silencio, ahora esta lapicera es mía – la tomé y la guardé en mi cartuchera.

-¡Oye! Aún tienes esa cosa asquerosa, ¿por qué no la quemaste hace años? Está destruida, necesitas una nueva.

-Ya déjala en paz, se la robé a Nick en primer año, me la quedaré hasta que ya no se pueda guardar nada en ella – afirmé, cerrándola y lanzándole una mirada de “enojo”.

-¿Nick? Seguro por eso mi perro le vomitó encima – comencé a reír, logrando que varios de los que estaban allí me miraran. Me miró divertido y con aspecto triunfal.

-De acuerdo Tony, ya hablamos. En media hora es el almuerzo, ¿me dejas trabajar en paz?

Dejamos de hablar hasta que se hicieron la 1.00 pm y pudimos salir a comer. Tony me sorprendió, acompañándonos a mí y a Annabeth.

Aún era extraño estar con él, pero después de tanto tiempo uno no se olvida de cómo es Tony. Al menos, yo no. Cuando salimos de la recepción, me sorprendió ver el auto de Aaron estacionado afuera. Me hizo señas por la ventanilla para que me acercara.

-¿Quieres venir a almorzar conmigo? Tuve un tiempo libre hoy – asentí emocionada.

- Oh, pero ¿por qué no vienes con nosotros?

-Quiero estar sólo contigo – replicó. Se me escapó una sonrisa y me despedí de los demás, para subirme al auto.

Sonreí tanto durante ese almuerzo que cuando Aaron se levantó para ir al baño, sentí los pómulos entumecidos. Eran pequeñas cosas como estas los motivos por los que me gustaba Aaron. Me hacía sonreír constantemente, contaba chistes malos, era un poco muy formal pero la pasábamos muy bien. En ese momento, comencé a replantearme la idea de casarme con él. Tal vez algún día, en el futuro, no sería una mala opción. Pero sentía que todavía me faltaban cosas por conocer de él como para dar el gran paso.

¿Cuándo habías comenzado todas estas ideas? Oh, sí, en el casamiento de Oli. Pero ella y Mike eran un caso aparte, ellos se conocían desde la secundaria y se habían querido desde el primer momento. Eso me llevó a pensar… ¿Tony se casaría con Jean? Siguiendo el razonamiento que había hecho, tenían muchas posibilidades de casarse algún día, pero ¿sería pronto o no? Ojalá sí, hacían una linda pareja.

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