Capítulo 4

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 Iba a pararme a buscar a Miranda, pero Victoria se acercó a mí. Había sido mi amiga hace un tiempo, ahora sólo hablábamos de vez en cuando.

-¿Te estás haciendo amiga de Tony Perry, ___? – preguntó luego de saludarme.

-Yo no diría eso, pero me ayudará con matemática hoy –respondí sin entender su pregunta.

-Me extraña que siquiera te hable, seguro le gustas – no pude reprimir una carcajada.

-Victoria deja de decir estupideces. ¿Qué quieres?

-Sólo vine a decirte que no te encariñes mucho con ese chico, es muy antisocial y raro. Creo que en todo este tiempo no he escuchado su voz ni una sola vez – empezó a reír, pero al ver que no reía con ella, dejó de hacerlo. – Bueno, quería avisarte eso, a nadie le cae bien y si te haces su amiga comenzarán a odiarte, quería advertirte.

Luego de eso se marchó. Caminé hasta Miranda, quien tenía el mismo gesto de asombro en el rostro. Todos sabíamos que Tony no era de las personas más amadas en la escuela pero nunca me había puesto a pensar cómo era su vida. No tenía amigos o, al menos, no dentro del colegio, pero eso no implicaba que todos debieran odiarlo. Era callado, pero conmigo había sido amable… alguna que otra vez.

Sacudí mi cabeza tratando de despejarme, Miranda estaba tirando de mí pues ella no había comido aún y si no nos apurábamos no podría comprar nada. Mientras ella hacía la fila para pagar lo que había elegido, me senté en uno de los bancos dispersos por todo el patio. Si no llovía, nosotras dos pasábamos cada rato libre allí afuera, era más cómodo que estar adentro y apretadas al resto de las personas, sudorosas y ruidosas.

Me mantenía ocupada mirando a la gente que me rodeaba, entonces recordé que debía pagarle a Tony. Él también solía sentarse afuera, supongo que para estar solo y no ser molestado. Lo busqué con la mirada y lo encontré, no muy lejos de mí, rodeado por unos chicos. Estar acompañado era algo extraño de él. Me acerqué y escuché a esos chicos riendo, Tony estaba con la cabeza gacha. 

-Tony… - lo llamé. Los cuatro se voltearon para verme. Los miré uno a uno, preguntándome qué estarían haciendo con él.

-Hola __. – dijo Nick, quien se había alejado de Tony y se había acercado a mí.

-Hola Nick, ¿qué están haciendo? 

-Vinimos a charlar con mister silencio, ¿y tú?

-También venía a hablar con él. 

-De acuerdo, iremos a comer. Ten cuidado, le gustas al chico raro -Después de haber dicho esto, Nick y sus amigos se alejaron de nosotros. 

Los observé alejarse y luego me senté al lado de Tony. Lo miré largo rato, esperando que me devolviera la mirada, creí que ya habíamos pasado al etapa de puro silencio, pero parecía que estaba equivocada. Tal vez sentía vergüenza por lo que había dicho Nick, de todos modos, esperé un rato más. Levantó el rostro y fijó sus ojos en mí. Le regalé una sonrisa, esperando que me devolviera una. No hablaría hasta que él dijera algo.

-¿Por qué no hablas? – susurró al fin.

-Podría preguntarte lo mismo, pero te molestarías. Sólo vine a pagarte el sándwich – tomé su mano y puse el dinero en él. – Gracias Tony, nos vemos en clase.

Sin dejar que respondiera me alejé en dirección a Miranda. Me senté a su lado y apoyé mi cabeza en su hombro, cerrando los ojos. Sólo quería llegar a casa para dormir. Sonó el timbre y, en contra de mi voluntad, Miru me llevó hasta la clase. Tuve que esperar dos horas más para que por fin acabara esa semana interminable, y encima tenía que ver a Tony luego de clases. Caminé hasta la biblioteca y me quedé allí, esperando a que llegara. Apoyé la cabeza en la mesa y la rodeé con mis brazos. 

Minutos después sentí que alguien me tocaba el hombro y entonces asomé lentamente la cabeza. Tony tenía una calculadora en la mano, la cual sacudió despacio frente a mi rostro. Rodeé los ojos y luego me enderecé. 

-Ayúdame para que pueda irme, o me quedaré dormida justo aquí – una pequeña sonrisa de lado se dibujó en su rostro. Sumé un logro a mi lista, lo había hecho hablar, reír y ahora sonreír.

-No terminaremos nunca si no sacas el cuaderno – de repente algo en mi mente se iluminó. Fingí una sonrisa y empecé a rebuscar en mi mochila. Demonios. Los que me conocen me consideran una chica muy, muy olvidadiza y despistada, pero Tony no me conocía. Lo miré de reojo y me mordí el labio. – ¿Y bien?

-Bueno, verás Tony, soy lo que se considera una persona torpe, y si a eso le sumamos que soy olvidadiza, no es buena combinación, y como hoy no tuvimos mate…

-¿Olvidaste tus cosas __? – asentí, mientras sonreía tímidamente, un poco asustada, si puede decirse, por su reacción.

-Pepepero podemos ir a mi casa, si no te molesta claro. Digo… allí tengo todo yyy puede llegar a ser más cómodo y todo – respondí en un tono agudo, justo como hacía cuando me ponía nerviosa. No respondió, solamente tomó su mochila del suelo, guardó la calculadora y se quedó mirándome hasta que entendí que me estaba esperando. 

No hablamos camino a casa, hice algunas preguntas pero él no respondió y cuando vio que dejé de intentar, tomó su celular y sus auriculares y se puso a escuchar música. Me acerqué a él y toqué su hombro.

-¿Puedo escuchar? – señalé sus auriculares. Algo dentro de mí me decía que la música era una buena forma de acercarme a él. No estaba segura de porque, pero quería ser su amiga, sentía que eso era lo que él necesitaba y, después de todo, yo necesitaba lo mismo. Al contrario de todos los demás, Tony Perry me agradaba. Me miró, creo que un poco extrañado, pero luego se quitó uno y me lo pasó. Pude escuchar una linda melodía acompañada de una voz increíble. Este chico tenía buen gusto. Lo miré y le sonreí. – Me gusta. 

Le devolví el auricular sin decir nada más.

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