Capítulo 8

1.2K 90 0
                                    

Me senté en el sofá y volví a quitarme las zapatillas. Él se sentó a mi lado e hizo espacio para Miranda. Yo me acosté sobre sus piernas y cerré los ojos, esperando que antes de acomodarse, pusiera play a la película. Después de unos minutos, sentí que me tocaban el brazo, así que abrí los ojos. Vi a mi amiga parada en la puerta con su mochila al hombro.
-Lo siento chicos, mi madre dijo que debo cuidar a mi hermana hoy, ella tuvo una urgencia en el trabajo. Supongo que los veré el lunes – se acercó, nos saludó, y se fue. Miré a Tony, quien se había quedado viendo la puerta. Me estiré y tomé el control y puse play.
-Supongo que seremos sólo tú y yo – susurré volteando la cabeza al televisor. Tony había insistido en ver una película de terror, a lo que me negué completamente. Estábamos viendo una de esas películas románticas donde el final siempre es el mismo que había elegido Miru, a ella le gustaban todas esas cosas melosas. Cuando terminó, me paré y la saqué del televisor, después me volteé y crucé mis brazos.
-¿Qué haremos ahora, Cesar?
-Pues no sé, ¿a tu padre no le molesta que te quedes con un chico? Me acerqué a él y estiré mis manos hacia él, para ayudarlo a pararse. Tendió las suyas y las puso sobre las mías, entonces tiré de él y quedó de pie.
- Pues no, él confía en mí - lo solté y fui a poner música. – Vamos, no seas aburrido, ¿qué quieres hacer?
Llevé mis manos a mi cadera y fruncí el ceño, pues seguía sin decir nada.
-Bueno, tengo dos opciones… - hice un gesto con mis manos, pidiendo que continuara. – La primera es bailar, ¿bailamos?
Reí divertida, realmente no sabía bailar pero no podía perderme ver ese espectáculo. Nunca me imaginé viendo a Tony bailar, y menos bailando conmigo. Me acerqué a él y nos pusimos a bailar. En realidad, ninguno de los dos lo hacía bien, pero él se reía de mí, y yo de él. No recuerdo haberme sentido tan cómoda con alguien aparte de Miranda. Un rato después, empezó a sonar una canción lenta. Posé mis ojos en los de Tony y reí. Rodeé su cuello con mis manos, él puso sus manos en mi cintura y ambos seguimos el ritmo de la música, pero yo no podría tolerar eso mucho tiempo. Cuando la canción paró, nos miramos mutuamente y comenzamos a reír al mismo tiempo. Me acerqué y lo abracé. 
- Ay Tony, bailas peor que yo.
- Oye, tú no puedes decir nada. 
- Por eso mismo, yo acepto que bailo mal, pero tú… sin palabras.
- Supongo que ya es mucho baile por un día. ¿Por qué mejor no cenamos?
Hicimos algo de comer y nos sentamos. Me enfoqué en comer pues no se me ocurría nada de qué hablar. Un silencio incómodo comenzó a adueñarse de la sala. 
-¿No dirás nada?
-Es extraño que digas eso, tú eres el que suele quedarse callado.
-Lo sé, pero hay algo de lo que tenemos que hablar y no me quedaré callado sobre ello – bajé la vista y la posé en mi plato al darme cuenta a qué se refería. – No te quiero obligar, pero ayudaría que me cuentes algo.
-Lo haré, ¿de acuerdo? Pero vayamos a mi cuarto, estando aquí es como si mi padre pudiera oírme aun estando lejos.
Fuimos a mi cuarto y yo me tiré en mi cama, boca abajo, y cubrí mi cabeza. Tony vino corriendo y saltó sobre mí, quedando completamente acostado sobre mi espalda. Comenzó a hacerme preguntas, en un tono apenas mayor a un susurro. Estaba siendo muy delicado intentando no tocar ningún tema que no debiera.
Así, con cada pregunta, fui contándole todo. De mi padre, de mi madre, del colegio, de mis ‘’amigos’’, de todo lo que sentía dentro. No entiendo cómo pude abrirme tanto a una persona. 
-Tus amigos, esos con los que te juntabas antes, ¿simplemente se cansaron? Creo que son unos idiotas.
-Todos se cansan tarde o temprano, todos. Por eso evito contarle todo a Miranda.
-¿Tampoco le has dicho lo de tu padrastro? – apoyó su cabeza en mi almohada, junto a la mía, y me dedicó una mirada tierna.
- No, si mi madre no sabe que él me pegaba… la verdad es que realmente no entiendo cómo te lo pude contar a ti. No… no confío mucho en las personas. Ya hablamos mucho de mí, ¿no te parece? Cuéntame de ti, ¿por qué siempre estás solo? ¿Por qué no hablas? ¿Qué hay de ti? En tu vida, digo. ¿Por qué…
-Ya, son muchas preguntas ___ - estiró su mano y comenzó a tocarme el pelo. Yo le había contado que me gustaba que hicieran eso, mi madre solía hacerlo cuando era pequeña. Comencé a observar su rostro, su nariz, su boca, sus ojos. Fijé mi vista en sus expansiones, no muy grandes pero que identificaban a Tony. Mientras lo observaba, escuché como me contaba de su vida. Amaba a su familia y tenía unos amigos que conocía de pequeño, más allá de eso, en el colegio no le agradaba a nadie por un incidente que tuvo de pequeño con uno de los niños. Me dijo que había terminado en una pelea con un chico que ahora no estaba más en nuestra escuela. Parece que a partir de entonces todos lo habían empezado a excluir y ponerle nombres horribles. Esa era, básicamente, la razón de que se mantuviera callado, así nadie tendría más motivos para molestarlo.
-Nadie me había hablado hasta que llegaste tú. Eres… eres la persona más amable con la que he tratado desde que estoy en el colegio.
Seguimos hablando largo rato, sobre su vida, y la mía. Un rato después, me quedé dormida, justo donde estaba. Tony se quedó a mi lado sin moverse, aún acariciándome el pello lentamente.

Permanently yoursWhere stories live. Discover now