capitulo 3

1.2K 86 1
                                    

Llegué a casa y entré procurando no hacer ruido, podría encerrarme en mi cuarto, pretender que tenía sueño y no salir hasta mañana, cuando sería demasiado tarde para verlo pues ya habría partido al trabajo.

-Buenas tardes, pequeña – me sorprendió de tal manera que casi pego un salto. Se acercó y besó mi frente. Podría tener un mal temperamento, pero a pesar de todo, me quería y eso yo lo sabía. - ¿Cómo te ha ido en matemática?

Dejé caer la cabeza sabiendo qué era lo que seguía. 

-¿Es que acaso hace falta que revise tu mochila, hija?

-Saqué un dos papá. – Me tomó por los hombros y me sacudió levemente.

-¿Por qué? – me miró esperando que dijera algo, pero solo cerré los ojos lo más fuerte que pude. - ¿Es que acaso no estudiaste? ¿Qué te pasa __? No estoy pagando un colegio tan caro como para que desperdicies las clases y desapruebes todo examen que tienes. Debes esforzarte más, no es tan difícil, lo que pasa es que no te interesa todo lo que trabajo por ti, ¿cierto? Me rompo la espalda trabajando y tú vas y desperdicias el tiempo. Eres una chica muy malagradecida. Ojalá algún día entiendes que estás siendo muy inmadura.

-¿Inmadura? ¿Yo inmadura? Inmaduro es el hombre que no puede superar el divorcio y se desquita con su hija. Tú no tienes ni idea papá, no te haces una idea de lo difícil que puede llegar a ser. No todo es estudiar en la vida, ¿sabes? Hay otras cosas por las que luchar – era igual de temperamental que él y cuando me enojaba no medía mis palabras. Me pegó una cachetada que hizo que terminara en el suelo. Él nunca me había pegado.

-Tienes 16 años, si hay algún chico que está revoloteando en tu cabeza, pues quítalo, no me interesan tus problemas de niña idiota, porque eso es en lo que te has convertido. Si no mejoras tu rendimiento, ___, juro que una cachetada será el menor de tus problemas. Ve a tu cuarto, hoy no cenarás.

Me encerré en mi habitación y tomé mi filo. Era lo único en lo que pensaba desde que me habían dado mi examen esa mañana. No me importó nada, lo hice sin medida, una y otra vez. Cortando mi piel, sintiendo el dolor, viendo la sangre caer podía distraerme de las palabras de mi padre. No me cansaba de hacerlo, nada podía detenerme. Me corté ambos brazos, ambas piernas y podría haber seguido, pero me desmayé. Cuando pude abrir los ojos, ya eran las 7.30 de la mañana y yo estaba llegando tarde a clase. Limpié como pude el desastre que había quedado en mi habitación, a duras penas pues me dolía absolutamente todo el cuerpo, tomé la mochila y partí al colegio.

Llegué tarde, por supuesto. Tuve que aguantar un regaño de la profesora y me dirigí hacia mi asiento. Tony me lanzó una mirada intrigada, casi como esas que suelo lanzarle yo. Giré y le sonreí.

-¿No hace calor para andar usando camperas de mangas largas? – mi sonrisa se esfumó.

-¿Qué te importa qué ropa use o no? Métete en tus propios asuntos – repliqué. Tony se encogió de hombros y continuó haciendo la tarea que la profesora había encargado. 

Cuando sonó el primer timbre, Miru se acercó a mí y me abrazó. Quería ponerme a llorar, pero no permitiría que todos allí me vieran. Ella sabía que algo había pasado, conocía a mi padre pero no toda la historia. Era mi mejor amiga hacía mucho tiempo, por eso siempre había intentado protegerla de lo que yo podía provocar entonces nunca le había contado la mitad de las cosas que sentía. 

En fin, le hablé de lo que mi padre me había gritado la noche de ayer pero no lo que le había seguido a esa discusión. 

-Me siento un poco mal Miru- mencioné cuando estábamos entrando al salón. No había comido nada desde el almuerzo de ayer por culpa de papá y aún faltaban dos horas para el almuerzo. 

-La profesora no te dejará salir ___. Debes aguantar a que suene el timbre, ¿por qué no avisaste antes? – me encogí de hombros. Intenté seguir la clase pero no podía concentrarme, mis pensamientos divagaban entre diferentes situaciones que podrían pasar cuando regresara a casa esa tarde. Sin mencionar el dolor que sentía en todo mi cuerpo y el vacío de mi estómago.

-¿Estás bien ___? – escuché que me preguntaba mi compañero. ¿Por qué ese afán por llamarme por mi nombre? Mi madre hacía lo mismo. – Te ves muy pálida.

-Es que no como desde ayer – se me escapó eso, pero siendo Tony el que lo había escuchado, mucho no me interesaba. Sus ojos me observaron de arriba abajo, luego se levantó y se acercó a la profesora. Volvió a mi lado y buscó algo en su mochila, sacó una bolsa y me la tendió.

-Hay un sándwich en el fondo, cómelo, la profesora no se molestará. – Lo miré medio atónita. – Puedo comprarme algo más tarde, come.

Miré la bolsa de Tony y saqué la comida. Estaba muerta de hambre y además temía que se ofendiera, así que lo comí. Cuando por fin sonó el timbre del almuerzo, busqué mi dinero para pagarle, pero él ya había salido.

Permanently yoursWhere stories live. Discover now