Capítulo 55

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Tony volvió de su luna de miel y nos vimos varias veces pero todas ellas fueron salidas grupales. Hicimos lo mejor por mantener la relación igual que había sido siempre – al menos desde que nos habíamos reencontrado – pero costaba mucho.

Esta vez, al menos no tenía por qué mentirle a mis amigas o a mí, todas sabíamos la verdad así que aceptarlo fue más fácil. Pero dolía más. No sé si por el hecho de saber qué era lo que sentía o por tener que verlo constantemente, tanto en el trabajo como cuando salíamos.

A veces incluso soñaba con él, pero Jean se metía en esos sueños y los arruinaba, convirtiéndolos en pesadillas. Era difícil de entender que una sola persona pudiera causarme tanto dolor.

Era como sentir vacío porque sabía que ya no podría estar con él, al menos no como yo quería. También extrañaba los momentos que habíamos vivido, aquellos que no podríamos repetir. Sentía tristeza pero usualmente se mezclaba con un chorrito de tranquilidad y algo así como felicidad al recordar que Jean lo quería y que él había elegido esa opción para mejor. No veía un futuro para mí porque la desesperanza me invadía, pero desde hacía años que había descartado la opción de rendirme, no valía la pena.

Desde el día de la boda, lo que sentía era una mezcla de sentimientos, todos tristes, como los que ya dije. Me acompañaban a cada rato, pensara o no en él. Por momentos, se le sumaba un poco de desesperación, al pensar que todo esto podría no acabar nunca. ¿Acaso no merecía sentir un poco de alegría?

Acaricié el collar que mis amigos me habían regalado. Resultaba tan difícil encontrar esa alegría, pero al tener el collar conmigo, me sentía más segura. Como si ese objeto afirmara la existencia de aquel sentimiento o sensación. A su lado, colgando de la misma cadena, estaba el dije de luna que Tony me había dado esa vez cuando salimos al cine, hace tantos años. Era un vivo recuerdo de su persona.

De todas formas, debía ignorar todos esos sentimientos para intentar dar lugar a algunos nuevos.

-¡____! ¿Te ascendieron? ¡Increíble! – chilló Annabeth cuando me vio entrar en la oficina. Sonreí, contenta de que ya supiera la noticia.

-Sí, se tomaron su tiempo pero sí. – La abracé, era lindo tenerla cerca, siempre me levantaba el ánimo. Nos quedamos hablando hasta que se hicieron las ocho y decidimos ponernos a trabajar. Tenía un nuevo puesto, ahora debía demostrar que merecía mantenerlo.

Pronto, Tony llegó y se sentó a mi lado. Intercambiamos algunas frases pero no hablamos mucho. Me dediqué a trabajar, aprovechando que las horribles sensaciones que sentía en todo momento, se apaciguaban cuando estaba cerca de él.

Habían pasado diez, casi once meses desde la boda y mis sentimientos no habían cambiado. Ninguno de ellos. La única diferencia con respecto a los meses anteriores era que Tony ya no me lanzaba miradas cada tanto. No me ignoraba pero… la cosa ya no era la misma.

A menudo recordaba el día en que nos habíamos conocido. O bueno, mejor dicho, el día en que entre nosotros comenzó una extraña relación, gracias a nuestra profesora. La situación ahora no era muy diferente, salvo por un pequeño detalle: ahora nos conocíamos. Saber tantas cosas de una persona y tener que soportar días enteros sentada a su lado, sin poder expresar con palabras lo que guardaba dentro de mí, era como una tortura. Ahogué un suspiro e intenté terminar por fin con mi odiosa tarea.

-¿Estás bien? – preguntó Tony. Asentí con la cabeza, sin levantar la vista. – De acuerdo... Me iré de vacaciones con Jean en unas semanas y quería pedirte que mantuvieras mis cosas en orden mientras no estoy.

-Con mucho gusto – informé, sonriendo. - ¿Cuándo te irás?

-Pues… no lo sé aún, pero planeamos pasar nuestro, eh, aniversario en un hotel cerca de la playa. Increíble que ya haya pasado un año desde que estamos casados. – Asentí nuevamente y dirigí mi atención a otra cosa.

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