Capítulo 20

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Desde ese momento comenzó a rondar por mi mente una única pregunta, que no dejaba de aparecer en letras mayúsculas: ¿qué debo hacer? Sólo pude distraerme un poco cuando Miranda me obligó a elegir algo entre todos sus atuendos. Iba tomando cada vestido, nombrando lo bueno y lo malo que tenía, y luego lo tiraba en la cama. Habían pasado dos horas, o al menos para mí habían sido dos horas, cuando por fin encontró uno que pareció agradarle.

-¡Este! – chilló toda emocionada. – Este es perfecto para ti. El azul te sienta genial, vamos, pruébatelo.

Me tiró el vestido y me miró impaciente. Me lo puse y caminé hacia un espejo. De acuerdo, sería la primera y, probablemente, última vez que yo diría que algo me quedaba bien. Realmente era un vestido lindo. Luego de unos cuantos saltos de Miru, lo guardó en una bolsa y me lo dio.

-Usarás este entonces. Tony quedará impactado – mencionó contenta.

Por fin, después de un largo rato encerrada en una habitación viendo vestidos, salimos a comer algo. Lucas no tuvo mejor idea que llamar a Miranda al celular e invitarla a comer. Ella obviamente aceptó, dejándome sola en el café. Pero yo no podía enojarme; ella había hecho mucho por mí en un día.

Pedí algo para tomar y me senté a leer un rato; siempre llevaba conmigo mi fiel libro, no había día en que no fuera necesario sentarme a leer un rato. Comencé a aburrirme, entonces decidí llamar a Tony. Me atendió al instante, y pude oír de fondo los reconocibles gritos de sus amigos. En cuanto atendió, los tres comenzaron a gritar mi nombre emocionados. No pude evitar reírme a carcajadas.

Pregunté si no estaban ocupados y un imponente “NO” le ganó al débil ‘’estamos practicando’’ que intentaba pronunciar Tony. Vic le quitó el teléfono de las manos, luego de un pequeño forcejeo, y comenzó a hablar.

-¿Podemos ir todos? – preguntó, ignorando los reproches de Tony al fondo.

-Pues claro, cuatro son mejor que uno.

-Entonces estaremos allí en un rato, no te muevas, ¿de acuerdo? – dijo para luego cortar. Me quedé sentada esperándolos. Por un lado, me sentía mal de haber interrumpido una práctica de la banda, pero por otro me emocionaba que a todos, salvo a Tony, no pareciera molestarles. De todas maneras, Tony no había sonado molesto, sino más bien nervioso, lo cual era de entenderse teniendo en cuenta la gran cantidad de bromas que sus amigos habían hecho sobre nosotros dos la otra vez.

Un poco más tarde, llegaron los cuatro, riendo y gritando. Se acercaron a mí y cada uno de ellos me saludó cálidamente. Después de su llegada el aburrimiento fue cosa del pasado. Hacían chiste tras chiste, cada uno de los cuales arrancaba una carcajada de todos los presentes en la mesa. Me trataban con extrema confianza, tal como lo hacía Tony, lo que era extraño para mí. Después de todo, no salía con amigos hacía mucho tiempo, a excepción de las salidas que teníamos Miru, Tony y yo. Habíamos estado como 2 horas sentados, charlando, y volvieron a invadirme esas ganas de quedarme con ellos todo el rato que pudiera. Infortunadamente para mí, sonó el celular de Mike quien, luego de contestar, avisó que debía marcharse.

-Sí, creo que yo también me voy, hoy vendrán mis tíos a comer a casa – comentó Jaime. Todos nos levantamos y dimos por finalizada la tarde.

-___, si quieres te acompaño a tu casa – mencionó Tony. Sonreí, aceptando el ofrecimiento.

-Si no interrumpo nada, puedo llevarlos en mi auto. Debo ir a buscar a Olivia para salir a comer – no nos negamos, algunas veces era mejor ir en auto que caminar tantas cuadras.

Primero pasamos a buscar a su novia. Resultó ser una chica muy agradable. Cuando la pasamos a buscar y nos vio sentados en la parte trasera del auto, nos saludó dulcemente. Y logré entender qué le había visto Mike. Era muy bonita y tenía unos ojos preciosos. Bueno, tal vez esa fuera sólo mi impresión, pero lo primero que le miro a todos son los ojos. Los ojos de Tony, por ejemplo, reflejan un abismo que me llena de dudas.

Volviendo al tema inicial, Olivia era tan divertida como los chicos. Parecía que todo su entorno fuera igual; me agradaba que fuera así.

Mike nos dejó a ambos en la puerta de mi casa para luego marcharse con Olivia. Le ofrecí a Tony quedarse a comer pero se excusó diciendo que tenía cosas que hacer para el colegio pero que mañana me iría a buscar para que pudiéramos ir juntos. Me besó antes de irse, dejándome con ganas de que se quedara un rato.

Al otro día, tal como lo había prometido, vino a buscarme. Lo encontré en mi habitación cuando abrí los ojos, sonriéndome desde los pies de mi cama. Así como estaba, cubierto por la luz que entraba de la ventana, parecía un ángel. Un tanto exagerado de mi parte decir que se asemejaba a semejante criatura, pero para mí así era.

-Vaya que has dormido mucho, llevo media hora aquí y tú ni te has movido – comencé a reír ante aquel comentario y él se unió a mi risa. Me quedé mirándolo un rato, hasta que me obligó a salir de la cama.

Cuando me hube preparado, desayunamos juntos, sin decir mucho. Después, salimos de casa y fuimos caminando lento, no había prisas. Era temprano y el sol comenzaba a calentar el ambiente. Los débiles rayos de sol iluminaban las calles y los pájaros trinaban emocionados. Ese era mi momento favorito del día: cuando todo comenzaba de nuevo, después una larga y oscura noche. Lo mejor de eso era que lo estaba pasando junto a Tony. Nada más lindo que eso.

Nos quedamos largo rato sentados en la plaza que estaba frente al colegio, habíamos llegado muy temprano. Tony tomó mi mano y comenzó a jugar con ella como un gatito con una bola de estambre. Se hizo la hora de entrada y tuvimos que levantarnos. Al llegar al salón, Tony sacó el tema de la fiesta. Comentó que aún no sabía qué se pondría y que se moría por ver mi vestido.

-¿Es una cita?- una pregunta que me carcomía la cabeza salió de mis labios sin previo aviso. El rostro de Tony se puso completamente rojo como un tomate. Asintió levemente y no pude evitar sonreírle. – Vamos, Tony, tranquilo. Era una simple pregunta.

Cambié de tema abruptamente para que no notara que yo estaba tan nerviosa como él. El hecho de que faltara tan poco para esa noche ya me ponía bastante mal como para encima ponerme a hablar de eso con él. Era extraño, estaba tan ansiosa y nerviosa al mismo tiempo que ya mi estómago quería vomitar. 

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